martes, 25 de diciembre de 2007

Todo lo que usted quiso saber sobre la Navidad

Habla Giorgio Agamben en su libro Infancia e historia de la relación entre la comunidad humana y la lengua. Si los muertos son significantes que desaparecen y que sólo pueden fijarse (hasta entonces corren el peligro de poblar el imaginario de los vivos como "fantasmas") a través de las efigies (la que los romanos dedicaban a los patres, la de nuestros monumentos y panteones), los recién nacidos constituyen, por el contrario, nuevos significantes que deben entrar en relación con los desaparecidos (a través de la tradición, la educación y -por qué no- los juegos). Pero yo no quiero hablar de vivos ni muertos (al menos no explícitamente) sino de lo que toca estos días, es decir, la Navidad. Para ello tomo la idea de Agamben y la traslado al asunto del solsticio. Un momento del año en el que los días acortan (entiéndase, las horas de luz), los colores se atenúan, el paisaje se deslee cubierto por la lluvia o -a veces- la nieve. Un momento, en definitiva, en el que la vida parece desdibujarse animada por la pérdida. Y qué hace el ser humano (usted y yo, todos nosotros) ante esta sensación más o menos consciente de ausencia... Pues lo que toca, es decir, salir de compras, intentar rellenar con unos euros y unos cuantos atascos ese vacío que nos incomoda. Por eso la Navidad es tan propicia en los hallazgos comerciales (tradúzcanlo como "aparición de nuevos significantes"): el Papá Noel que se (des)cuelga del balcón, variedad inagotable de pelucas, vestidos de nochevieja, etcteraetcétera. La epifanía -la divina y la comercial- no es más que una estrategia antropológica para intentar contrarrestar esta epojé de la naturaleza. Y ahora ya puede usted explicarse por qué por estas fechas aparece en su vida ese perfume o esa corbata de los que nadie se acordará cuando llegue la primavera (dígase: "periodo de efusión descontrolada de significantes". Y ya saben a lo que me refiero).

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Silogismo

Pero justamente, por ser limitativa, y mientras no sea descabelladamente delirante -y a veces a pesar de serlo-, la creencia produce un efecto sumamente eficaz, concentrado, en toda acción. De modo que para triunfar en la vida es preciso creer en algo, o sea estar, por definición, equivocado. ("El discurso vacío", Mario Levrero).

No estoy seguro de querer triunfar en la vida. Por tanto no estoy seguro de querer creer en algo. Lo cierto es que creo en la no creencia, y eso es creer, de alguna manera. Postulo entonces mi absoluta creencia en la falta de argumentos para toda creencia, incluida -naturalmente- la mía. Sólo nos queda la ficción. Creamos en ella.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Lo que viene siendo un experto

Merece la pena analizar una de esas palabras que tanto aparecen en la actualidad. Como tantas otras, basta con dedicarles un minuto de nuestro tiempo para descubrir el más absoluto vacío, la superlativa insignificancia que las sostiene. Hablamos del "experto". ¿Quién es un experto? Pues, naturalmente, alguien que se supone que sabe mucho de algo y que cobra por afirmarlo dentro y fuera de los medios de comunicación, una vez tras otra. Aunque hay expertos de todo tipo, lo más corriente es que sean pedagogos o psicólogos (el clero secularizado que nos tocó en estos tiempos). El experto suele tener tras él una organización o un club o un observatorio (otra palabra a la que habrá que dedicar atención en un futuro post) que lo mantiene y desde cuya poltrona juzga los asuntos mundanos que nos afectan a todos. Normalmente no lo dicen, pero a los expertos les encanta que su asuntillo se ponga de moda, momento que suelen aprovechar para reclamar una subvención o para ponerse al frente de la cruzada mediática (o para ambas cosas). Hay centenares de ejemplos de expertos que podríamos traer aquí a colación, pero ninguno tan relevante como el de Álvaro Marchesi, ese psicólogo que pergeñó la LOGSE y que desde su cátedra de experto dictaminó muy expertamente que todo nuestro sistema estaba pero que muy mal y que ha conseguido llevarnos a las cloacas del informe PISA. Gracias, Álvaro. Como la cosa funcionó tan bien, Don Álvaro se ha empeñado en modificar el sistema educativo de toda Sudamérica, tomando como punto de apoyo su cargo en la OEI. Si a ustedes les (pre)ocupa algo (la vida de las cucarachas, con qué pie debería uno adentrarse en un paso de peatones, el aceite de avellanas, etc) no duden en convertirse en unos expertos. Quizás, a partir de entonces, consigan llamar la atención de su alcalde, de su presidente. No desesperen.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Un extraño "con"


Un objeto está causando furor entre la concurrencia femenina a las aulas de secundaria. Se trata del pompón. O, mejor dicho, del lápiz-pompón, algo parecido a lo que aparece en la fotografía.
Asisto con estupor a las miradas devotas de las alumnas, prendidas del adminículo que corona su lapicero. Recuerdo que en la infancia había quien tuneaba su lápiz con muñequitos y otras zarandajas, pero el pompón, qué duda cabe, va un paso más allá. El pompón es una variante del "con" del que habla Sloterdijk en sus esferas, una metáfora del complemento placentario que nos acompañó durante nueve meses en el interior del vientre materno. El pompón acompaña el desvalimiento de la alumna, le ofrece seguridad, constituye una especie de doble de su espíritu kitsch y falsamente romántico. Una alumna con pompón siente que ya no está sola en el aula. Pero la cosa es menos -o más- frívola de lo que parece. El pompón me parece asimismo una metonimia de la banalidad, de lo insignificante que, por eso mismo, exigiría una cantidad inagotable de palabras (este post da cuenta de esta insuficiencia) para glosarlo. Cambiemos pompón por Jesulín de Ubrique o -tanto monta- la ubicua Paris-Hilton. Lo banal suscita un interés comunal e instintivo. Sabemos -o intuimos- que el fondo de la existencia carece tanto de sentido como la vida de uno de esos personajillos públicos. Y ese vacío que anida en lo real suscita una respuesta inmediata y compensadora en forma de comentarios y más comentarios que jamás podrán colmar su fondo inagotable (el vacío, ya sabemos, no tiene fondo). Creo que mañana propondré como ejercicio de clase una redacción sobre los sentimientos y sensaciones que suscita el pompón.
Ya les comentaré los resultados.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Poesía en diálogo


Por si no tienen mejores planes para mañana:



poesía en diálogo
javier moreno y gonzalo escarpa
lunes 10 de diciembre de 2007 / 20.00 h.

hotel kafka madrid



Ideado y coordinado por los poetas Jordi Doce, Marta Agudo, Mariano Peyrou y Julieta Valero, con Javier Moreno y Gonzalo Escarpa como invitados, "Poesía en diálogo" propone una nueva fórmula de lectura, un creativo juego de iluminaciones y contrastes. En este formato de lectura, los participantes se alternan, poema tras poema, escogiendo sobre la marcha el texto que van a leeren función del que acaba de leer su interlocutor. De este modo, y a diferencia de lo que pasa en laslecturas convencionales, las obras de los dos poetas no dialogan solamente en la cabeza del público sino que se entrelazan, se iluminan mutuamente, se complementan y contrastan, enfatizando suspuntos de contacto y sus particularidades.

hotel kafka c/ hortaleza 104


sábado, 1 de diciembre de 2007

Sea usted auténtico

Quizás no haya habido otra época tan engañada respecto a sus propios mitos. Vivimos en un momento histórico de supuesto respeto por la diferencia, cuando lo cierto es que nunca como ahora se busca domesticar o reprimir al otro. Sobre todo cuando ese otro vive instalado bajo nuestra propia piel. Zizek, filósofo al que vuelvo una ves tras otra, comenta que el niño postmoderno que visita a su abuela no lo debe hacer por elementales valores de respeto al ancestro (algo reaccionario y por tanto vituperable) sino que debe convencerse de que lo hace por amor (debe ser "auténtico" en su acto filial). El muchacho de hace apenas una generación podía mostrarse respetuoso en clase y despotricar fuera del aula sobre las taras o incompetencias de su profesor. El pater familias romano educaba a sus hijos y sostenía el matrimonium sin que esto le impidiera gozar de los placeres de Afrodita (y otro tanto hacía la esposa, con la única condición de traer al mundo hijos legítimos). Nuestro tiempo impone una constante "autenticidad", un monismo subjetivo que pretende olvidar la contradicción natural y la fractura interior al sujeto. Ahora el muchacho no ha de esperar al recreo para insultar al profesor, puede ser "auténtico" hasta el punto de permitirse ofenderlo dentro del aula. El esposo o esposa debe sincerarse y relatar las aventuras extraconyugales a su pareja que debe no sólo aceptar civilizadamente la infidelidad sino además comprenderla. La "autenticidad" crea su propio síntoma, y ese síntoma se llama angustia.