lunes, 31 de mayo de 2010

Idioteca o retrato del artista incubado


Desde la antigua Grecia el filósofo o el pensador ha necesitado de ese fenómeno denominado incubación –apartamiento físico, que no espiritual- para acceder a la verdad o a sus sucedáneos. Se cuenta que Parménides se retiró a una gruta de donde salió entonando las preces de su famoso poema, Descartes se encerró en su habitación e incluso intentó cerrar las ventanas de sus sentidos para madurar el fruto de su cogito y no imaginamos al Montaigne de los ensayos de otro modo que enclaustrado en su torre. Pues bien, Raúl Quinto, iniciado en los misterios de la sabiduría, comienza su Idioteca proponiendo su propio encierro, un encierro en el salón, todas las luces apagadas salvo la fantasmagoría del televisor. El pensador atiende a la pantalla como a la nueva caverna platónica. Ahora la verdad es aliada del zapping. La pitia délfica se manifiesta a través de una echadora de cartas o –lo mismo da- de una actriz porno.

El método que usa Raúl Quinto en este libro es similar al que Warburg intentó en su Mmemosyne, la primera enciclopedia visual. Warburg coloca en uno de sus paneles (es un ejemplo) una imagen de un dado astrológico de origen egipcio junto a un juego de preguntas y respuestas con el fin de establecer entre ellos resonancias y analogías que operen más allá de las diferencias cronológicas, ejemplificación de lo que el historiador del arte llamaría pathosformel. De igual modo el Perro ahogándose en la arena sirve a Quinto para poner en relación a Goya con Klee al tiempo que se establecen secretas analogías entre el esfero parmenídeo y el balón de fútbol o entre las pinturas jeroglíficas egipcias y las posturas del jugador de póker. Se trata de un juego estético, pero quizás, elidida la metafísica de la pathosformel warburgiana, se trate del único juego que un ensayista con alma de poeta (y viceversa) como sin duda es el caso de Raúl Quinto puede tomarse en serio. La imagen dialéctica de Benjamin (que tanto debe a Warburg) se llena aquí de ironía, una mezcla explosiva para la que la teórica del arte (o, deberíamos mejor decir, de la imagen) Mieke Bal usa el concepto de preposterous, algo que tiene que ver con el ‘tiempo compartido’ (inversión o cortocircuito de la causalidad temporal) propio del barroco.

Esoterismo lúdico (‘así es arriba como es abajo’ o, más bien, ‘así fue antes como es ahora’) e investigación minuciosa y poética en el mundo del arte (donde aquí arte abarca un abanico extenso que va desde una obra perdida se Schumann hasta la satánica existencia de Ingwe Ohlin, cantante de Mayhem, pasando por el Nuevo Realismo o los personajes de la Warner). Esta Idioteca es, en definitiva, un panóptico, una especie de aleph donde los tiempos y las escenas se confunden, donde la única ley es la poesía y la tensión desplegada entre imágenes que se persiguen de forma inacabable sin origen o final posible.

viernes, 28 de mayo de 2010

El efecto Rodríguez

Les dejo un enlace de Pterodactilo, la revista del departamento de literatura hispánica y portuguesa de la universidad de Texas, donde pueden leer uno de los relatos de 'Atractores extraños'.

domingo, 23 de mayo de 2010

Lo cristalino

Una noche despertó sobresaltado sin saber por qué y de inmediato se volvió dormir. Entonces soñó que un amigo escritor describía un cuadro, figuración de un paisaje que por efectos de la perspectiva y del tratamiento de la materia del color -el óleo- representaba la visión normal de una persona. Es decir, en cierta zona de la imagen los detalles eran tan precisos como los de esos puntos donde el espectador fija la mirada, y, fuera de ese fragmento de la tela, las imágenes seguían siendo reales y precisas pero tenían la insustancialidad característica de las cosas que no entran en el foco de atención de los humanos. (Fogwill, 'Lo Cristalino').





domingo, 16 de mayo de 2010

Una historia por contar

Imagino una historia en la que una modelo de éxito ha perdido algo de extrema importancia en su profesión: la capacidad para posar ante el objetivo de una cámara. Las sesiones de fotografía dan como resultado imágenes en las que ella aparece invariablemente parpadeando o fingiendo una pose a veces artificial, a veces demasiado afectada, como la de una alumna sorprendida por una pregunta cuya respuesta desconoce. La desgracia se cebaría con la carrera profesional de la modelo. Poco a poco irían desapareciendo los encargos. Perdería su apartamento de lujo, recurriría a drogas que intentaran cortocircuitar el exceso de conciencia que la poseía en cuanto alguien esgrimía una cámara frente a ella. Pero el anonadamiento a la que la reducían esas drogas tampoco sería la solución para su problema. Desahuciada, incapaz de renunciar a los narcóticos, su cuerpo iría perdiendo poco a poco la belleza natural que atesoraba. Paseando por la calle, ante un gato que cruzara frente a ella, añoraría la elegancia natural e inconsciente del animal. El gato le parecería el animal fotogénico por antonomasia. Desearía más que nada en este mundo ser como aquel gato. Lo había sido durante mucho tiempo, pero ahora le resultaba del todo imposible. Consultaría con un experto, una mezcla de psiquiatra y chamán heredero de la escuela lacaniana. Éste le diría que sólo podía elegir entre dos posibilidades, o bien dejar que su vida cayese de lleno en la depravación (los mendigos, dijo el psiquiatra, poseen asimismo una naturalidad desconcertante en las fotografías), o bien iniciar un camino intelectual que no omitiese los últimos avances de la matemática y de la filosofía. La naturalidad, añadiría el psiquiatra, era privativa del animal y del ser extremadamente complejo. Los extremos se tocaban después de recorrer una curva infinita. Sí, creo que algún día escribiré la historia de la modelo que pierde el don de posar ante las cámaras.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Velludas musas

Cada vez es más frecuente ver en la televisión escenas de entrenamientos de futbolistas. Es ya casi un tópico de final de telediario ver a los jugadores en actitudes displicentes, juguetonas, como si asistiéramos al retozar de un grupo de cachorros sobre una tupida alfombra. Ésa es la impresión que tiene -si quiera inconsciente- el espectador al contemplar la escena. Vemos a humanos que casi dejan de serlo (dejando aparte sus deshumanizados sueldos) por su absoluta inocencia, apartados de las veleidades de la política y de la crisis económica. Miramos al televisor y estamos viendo a unas musas velludas trotando con absoluta despreocupación por los verdes pastos del Helicón. No nos damos cuenta, pero estamos contemplando un relajante paraíso. Nosotros también queremos pellizcarnos las nalgas y dar volteretas sobre un suelo fresco y mullido y reír y reír, a salvo de todo peligro. ¿No es así, muchachos?


jueves, 6 de mayo de 2010

El Paráclito explicado a los niños o 'in facebook we trust'



Fijémonos en la llama que sobrevuela las cabezas de los apóstoles, llama que alumbra pero que no llega a quemar las santificadas coronillas. El cristianismo aporta al pensamiento comunitario una novedad absoluta respecto a sus antecesores culturales. La idea de que, allá donde se encuentren los apóstoles y seguidores de Cristo, separados incluso por miles de kilómetros de distancia, éstos forman una comunidad, una comunidad de ‘conectados’. Esta conexión viene dada por el Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad. Paráclito, etimológicamente, significa ‘aquél que es invocado’. Estar ‘conectado’ tiene que ver entonces con una disposición a ser llamado. Es preciso, en términos icónicos, disponer de esa llamita en la coronilla. Búsquensela con la ayuda de un espejo. La cristiana es la primera comunidad de carácter globalizante, verdaderamente ecuménica, que no exige a sus miembros ningún condicionante racial ni territorial. La comunidad cristiana es la primera comunidad virtual, convocada en la festividad de Pentecostés por el Paráclito. El Espíritu Santo, esa cosa en principio tan difícil de explicar y de entender, no es sino el espíritu virtualizante, la fuerza capaz de crear comunidades asistemáticas (que no están ‘contadas’ por el sistema, llámese a ese sistema país o imperio), no representadas (al final el cristianismo cayó, eso sí, en la tentación y optó por representarse a través de una figura papal y un (micro)estado: el Vaticano). El Espíritu Santo es equivalente al teorema de teoría de conjuntos conocido como ‘teorema del punto de exceso’. Este teorema afirma que todo conjunto posee partes que no le pertenecen. Algo semejante a lo que ocurre en Facebook. Los conectados, los así llamados ‘amigos’ forman una comunidad virtual (un Él paraclíteo y tercerpersonalizado), siempre dispuestos sus integrantes a ser convocados por otro ‘tú’ amigo. En facebook no hay llamas en las coronillas sino una lucecita verde junto a la imagen de perfil. Cuando menos lo esperamos desciende sobre nosotros la paloma. Es entonces cuando leemos en nuestra ventana de chat aquello de hola, qué tal?

martes, 4 de mayo de 2010

Entrevista a Pola Oloixarac

En el siguiente enlace pueden encontrar una entrevista a la escritora Pola Oloixarac, autora de la novela 'Las teorías salvajes' (Alpha Decay, 2010).

http://www.deriva.org/entrevistas/entrevistas.php?PHPSESSID=855bf7efd6448da3069420ed014cdcae


domingo, 2 de mayo de 2010

La muerte del post

Mucho tiempo hace que se habla del final de la novela, hasta el punto de que se ha convertido en un género por sí mismo. Echando la vista atrás, tan sólo en unos pocos meses han aparecido al menos dos obras (El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, libro de relatos de Patricio Pron y Dublinesca, la última novela de Enrique Vila-Matas) donde se tematiza no ya la muerte de la novela, sino, algo más grave y acuciante, la muerte de la literatura.



Dicho esto, lo que llama más la atención es la calidad literaria de ambas obras. Como en un movimiento apotropaico (llevado a lo literario), el hablar de la muerte de la literatura parece implicar un redoble de los esfuerzos por salvarla de la extinción. Alguien podría pensar que se trata de algo propio del canto del cisne, más hermoso cuanto más próximo a la agonía. No es mi caso. Creo que conviene traer muy a propósito la teoría del ‘suplemento’, expuesta por Derrida en su De la gramatología. Allí elabora dicha teoría al hilo de la lectura de Rousseau. Derrida llega a la conclusión de que el origen (ideológico, estético, moral) siempre está desplazado y que no puede hacer otra cosa en su mostración que suplementarse. Suplemento es precisamente la palabra que usa Rousseau para referirse al acto masturbatorio (uno desearía siempre amar a una mujer hermosa, pero en su defecto, ya saben…).



Rousseau prioriza el habla frente a la escritura, y a ello dedica sus Confesiones, cree en la bondad de la naturaleza pero sin embargo escribe el Emilio para justificar un tipo de ‘educación natural’. Pues bien, volviendo al asunto inicial, mi tesis es que la literatura siempre ha estado al borde de la desaparición o, dicho de otra manera, que su aparición tiene lugar siempre aneja a un vacío que amenaza con atraparla. Pero, me adelanto a la posible pregunta, ¿de qué sería suplemento la literatura? Yo diría que la literatura es precisamente el suplemento del propio lenguaje, es decir, el lenguaje-buscando-su-origen-y-diciendo-su-imposibilidad-de-decirlo (perdonen el heideggerianismo). Los lenguajes periodísticos o científicos no requieren suplemento (de manera explícita cifran su origen en la actualidad o en algún aspecto de la naturaleza), todo lo contrario del lenguaje literario que se sustenta sobre un origen indescifrable que es a un tiempo la amenaza de su desaparición. La amenaza de lo literario proviene de lo alingüístico, de lo asignificante. Para decir este sin sentido y al mismo tiempo exorcizarlo, para eso usamos las palabras.