domingo, 17 de junio de 2012

Yo siempre regreso a los pezones... y Antibiótico

Creo que hay que celebrar la reedición de Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (Alfaguara 2011), editado por primera vez en 2001. Reconozco que lo he (re)leído en paralelo con su último libro Antibiótico, publicado en Visor casi al mismo tiempo que la reedición del primero. Son el primer y el último libro de Agustín Fernández Mallo, y dicha lectura me ha permitido hacerme cargo no de la evolución (descarto esa palabra en casi cualquier circunstancia y, desde luego, siempre que hablo de arte) sino de cómo un autor (en este caso Agustín) extrae materiales de lo que ha quedado por decir en todos sus libros anteriores, como si traer libros al mundo no fuese sino una sucesión de ondas analógicas que buscan colmar huecos y temas que permanecen latentes en la escritura de esa primera obra a la que de algún modo siempre se regresa. Dejo aquí un poema de cada uno de estos libros. Lamento que el procesador de blogger no pueda recrear la ecuación de Dirac en el primero de ellos.
  


Bordeo el asunto. Trazo círculos. Tropiezo con los círculos. Tampoco valen las elipses, ni esa trampa en movimiento llamada espiral. Ensayo otros accesos: la ecuación, la palabra, recuerdo a Wittgenstein: ni una sola palabra rozará la realidad sin que ambas ardan o estallen, recuerdo a Dirac:  [sin comentarios]. Y me alejo. Mi sombra se alarga, interina, hasta el centro de aquellos dominios que habré visitado fantasmal, pictóricamente. [También puedo decir, si quiero: cada margen tiene su margen, pero esto, por obvio, requeriría demasiados comentarios.]

  

Definición: llamamos poema a una superficie continua,
dotada de un punto de fuga, derivable en todo el espacio,

y en la que se pueden definir las operaciones

adición
       sustracción

                 multiplicación
                                   división,

y que además posee un elemento neutro que
puede ser el 0,

el 1,
o el propio poeta,

si se da la circunstancia de que en algún lugar de esa superficie
el elemento neutro es el propio poeta, entonces

éste ha desaparecido de la obra y la llamamos

obra maestra