sábado, 22 de enero de 2011

When you're Strange

Creo que los Doors son el mejor grupo de música de la historia. Sé que es estúpido establecer un escalafón sea cual sea el arte del que hablamos, pero el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Lo afirmo. Insisto. Ningún otro grupo puede comparársele. Precisamente porque eran algo más que un grupo de música. Los Doors eran imperfectos (la torpeza de Robby Krieger, la proverbial falta de técnica vocal de Jim Morrison) y eso forma parte de su perfección. La perfección, a quién le importa.
He visto When you're strange. No me ha gustado. No me gustó su formato historicista (esto ocurrió primero, esto después...), la insistencia en contextualizar el grupo en el momento histórico que les tocó vivir, en intentar desvelar si Jim mostró o no su miembro al público en Miami. Creo que un grupo así y una figura como Jim Morrison sólo se entienden desde el anacronismo. A los Doors sólo se les entiende desde William Blake, desde Rimbaud, desde la tragedia griega. Los Doors son un grupo antiguo, intemporal, quiero decir. Son el coro con el que el que habría soñado Esquilo. Creo que lo relevante en Jim Morrison no es su inteligencia y su sensibilidad sino su magnetismo animal y su naturaleza dionisíaca. No sé si alguien podrá hacer alguna vez un buen documental sobre los Doors. Creo que no, que son inexplicables. Que parte de la magia del grupo estribaba en la imposibilidad de dar un concierto tal y como entendemos esa palabra. Sus directos no eran recitales sino la domesticación imposible de la ebriedad de su cantante, el intento de tres músicos de poner orden en el desconcierto de las palabras. Uno no puede dejar de sentir esa tensión en cada uno de sus directos. Se siente la fascinación ante lo imprevisible, del mismo modo que uno asiste estupefacto ante un fenómeno de la naturaleza incapaz de someterse a un calzador de constantes y variables. Los Doors hicieron del grito su metafísica, antes de que el heavy llegara para domesticarlo.