lunes, 29 de octubre de 2012

En el pasado SOS 4.8

La revista literaria El Coloquio de los perros cubrió los eventos literarios del último festival SOS 4.8 de Murcia. Allí se habló de series de televisión. Por mi parte participé en una mesa redonda titulada Discontinuidades temporales en Lost y Fringe junto a Miguel Ángel Hernández Navarro, Agustín Fernández Mallo y Eloy Fernández Porta. He aquí el texto íntegro de mi conferencia. Doy las gracias a Juan de Dios y a Zoraida, espléndidos reporteros del congreso.

http://www.elcoloquiodelosperros.net/numerosos/javimsos.html

viernes, 26 de octubre de 2012

El error


Me pregunto dónde irán a parar el sin número de errores y de aproximaciones inherentes a todo cálculo. La diferencia entre Π y 3.14 o 3.1416. El matiz entre el hemisferio ideal y la cúpula del Panteón, entre las proporciones de mi tarjeta de crédito y la razón áurea. Se sabe que la respuesta del oráculo de Delfos ante la peste que asolaba Atenas fue que esta se extinguiría solo en el caso de que se consiguiera duplicar el volumen del cubo que servía de altar al dios Apolo. Tarea imposible como demostraron las matemáticas casi dos milenios más tarde. La peste prosiguió en Atenas entonces por una cuestión infinitesimal, un ‘imperceptible’ de unas pocas cifras decimales. La raíz cúbica de 2 no solo es irracional sino que ni siquiera podía ser construida con regla y compás. Duplicar el cubo parece una tarea sencilla pero en esa engañosa sencillez, en la propuesta de un problema irresoluble, parecen recrearse los dioses más crueles de la antigua Grecia. Un infinitésimo marca la diferencia entre la vida y la muerte. El ideal rehúye su concreción material y esa reticencia pone en marcha el mecanismo inapelable del destino.

El error proviene casi siempre de un pequeño desvío capaz de originar consecuencias imprevisibles. El acto erróneo es el infraleve atribuido de sustancia moral. El error proviene de acatar como exacto lo que en realidad es irracional, de privar el acaso del ruido de fondo inagotable que lo acompaña y lo sustenta, de sancionar como acabado y perfecto lo inagotable e indefinido. El infinitésimo de Leibniz o de Robinson permite el cálculo de lo inaprensible, la comprensión de la secuencia infinita de todo movimiento. El protagonista de la novela La miseria de las cosas de Dimitri Verhulst consigue en un momento dado vislumbrar el instante en el que crecen los pechos de la adolescente Elena. La mirada del joven logra así lo que en apariencia resulta imposible, desentrañar una de esas ‘transformaciones silenciosas’ de las que habla el sinólogo francés François Jullien. Entre dichas transformaciones se cuentan la erosión del terreno, el germinar de una semilla o el tropismo de una planta. Movimientos inaprensibles a simple vista, constatables solo en intervalos temporales de larga duración; y sin embargo movimientos tanto o más decisivos que la súbita caída de un rayo o el disparo de un arma de fuego. Cierto tipo de arte pretende recuperar para el hombre la conciencia y la sensación de ese inaprensible. Desde los movimientos imperceptibles captados por la cámara superrápida al infraleve de Duchamp o lo infraordinario de Perec. Pienso en la diferencia entre una composición de Bach y la versión mp3 de dicha composición, en los residuos que deja en lo analógico su conversión digital. Pienso en el recorte acústico como en una especie de confeti musical acariciando los oídos. Lo imagino como un ruido blanco, una especie de silencio hermoso y henchido de excelencia.

sábado, 6 de octubre de 2012

Dos libros críticos


Los dos últimos ensayos que he leído forman parte del catálogo de Clave Intelectual, una editorial atenta al pensamiento crítico (como si existiera otro) contemporáneo. Empezaré hablando del segundo, de título prometedor, El casino que nos gobierna, de Juan Hernández Vigueras. En él se desgranan los diversos juegos y herramientas financieras bursátiles  (swaps, CDS, etc) que constituyen la economía digamos virtual, para diferenciarla de la economía real, aquella que se sustenta en algún bien material y tangible. Pese a su considerable volumen me ha parecido que el libro de Vigueras aporta poco desde el punto de vista técnico y literario. Se pasa casi siempre por encima de las descripciones de los productos derivados financieros (wikipedia sigue siendo hasta ahora la mejor manera de acercarse al lenguaje críptico de estas ‘armas de destrucción masiva’), lejos del acertado espíritu didáctico y la intensidad narrativa (y eso que hablamos de libros de divulgación económica) de Matt Taibbi en Cleptopía o de Marc Roche en El Banco: cómo Goldman Sachs dirige el mundo; asimismo las tesis del autor resultan monocordes y reiterativas, como si el libro estuviese compuesto a base de retazos en los que se echa de menos un hilo argumentativo sólido y unitario. El casino que nos gobierna resulta útil sin embargo como analecta –nunca exhaustiva- de infamias económicas. Cabe agradecer al autor el trabajo de acopio de materiales que convierten este libro en una primera aproximación divulgativa para que el lector realmente interesado bucee en otros textos y otras fuentes.

Mucho más interesante me ha resultado el pequeño ensayo de Alain Badiou El despertar de la historia. En este libro Badiou analiza las revueltas del mundo árabe y de los indignados españoles. El pensamiento de Badiou es un pensamiento a mi parecer realmente revolucionario, un pensamiento que se atreve a escapar (sí, prepárense, tápense los ojos y los oídos) del consenso democrático. Las tesis de Badiou me parecen certeras y estimulantes. La primera de ellas es que las revueltas árabes no esconden un impulso democrático a la occidental (algo que repitieron machaconamente nuestros medios de (des)información). Los árabes no se revelaron porque quisiesen convertir sus países al way of life europeo o estadounidense, se congregaron en las plazas porque querían despojar a los dirigentes del poder y erigirse en una fuerza histórica capaz de instituir sus propias reglas (no necesariamente democráticas). Badiou consigue de esa manera desligar ‘revuelta’ de ‘búsqueda de democracia’. La democracia no es sino una manera en la que puede instituirse el impuso revolucionario, ni mucho menos la única. La segunda tesis a mi parecer digna de ser reseñada –y que de algún modo tiene que ver con la primera- es que la democracia representativa actual es un antídoto contra la revuelta. Examina al respecto las aplastantes victorias conservadoras en Francia y España tras el mayo del 68 y tras el movimiento 15-M, respectivamente. Badiou analiza formalmente la categoría de revuelta. Partiendo de la revuelta nihilista (una multitud de gentes que se agrupan con un objetivo no perdurable) llega hasta idea de revuelta revolucionaria que, según él debería poseer tres características necesarias: la intensificación (el ciudadano ‘desclasado’ toma conciencia de su situación y levanta la voz  para manifestar su equiparación con el resto), la representación (la multitud congregada debe representar de un  modo diríamos ‘fractal’ la multiplicidad social y cultural del Estado al que pertenece) y la localización (la multitud debe concurrir en un lugar que quedará investido como situs vinculado al acontecimiento: Plaza del Sol, Plaza Tahrir, etc). Badiou propone (y esta quizás sea la parte más oscura y menos argumentada del libro) la idea de que un movimiento dotado de esas características, un movimiento que supone un verdadero despertar histórico, debería finalmente instituirse como una tiranía (resistente al apaciguamiento estandarizado de las urnas) que se encaminara, no a  un Estado tal y como lo conocemos, sino a su propia disolución, a la culminación del verdadero comunismo.  

lunes, 1 de octubre de 2012

Un poema (casi) olvidado

 
Encuentro entre mis libros, de casualidad, como quien halla un tesoro removiendo un montón de piedras, esa pequeña joya de la edición que es el número 1 de la revista Hache; y, en su interior, un poema mío que casi había olvidado (siempre agradeceré a Cristina Morano y a Héctor Castilla el espacio que me reservaron en aquella revista). Pienso que me gustaría mucho haber escrito ahora este poema. Siento algo de envidia de mí mismo, del mí mismo que era hace unos años. Supongo que eso es bueno, no estoy seguro. Así es que voy a imaginarme que acabo de escribirlo, porque mis sentimientos al respecto de la creación poética son los mismos y porque soy capaz de llenar de emoción a través de su lectura cada una de sus palabras. Este poema es como una alianza, como el instante nietzscheano del eterno retorno. Lo leo y digo 'sí quiero', y quiero que este sentimiento se repita, una vez tras otra.


Ars poética


Él veía desde la lejanía las pompas. Las miraba

brotar del soplo anodino de los muchachos

habituados a la infalible precisión del invento.

Su soldada de militante niño no era suficiente.

Contemplaba triste en el aire la danza

de una perfección ajena. Así que tomó

el agua y el jabón, dobló el alambre y monóculo

lo introdujo en la esperanza. Inútil empeño.

Su soplo se perdía estéril. La informe materia se resistía

a plegarse en la ideal forma. Pasaban los días.

Aprendió a declinar la voluntad en todas sus variantes.

Ocurrió al fin. La burbuja creció súbita

del vacío. Temblorosa al principio, después plena

surcó el espacio reflejando en su cuerpo

la comprimida inmensidad de un mundo,

su rostro mirándolo atónito desde la transparencia.

No pudo resistir. Tuvo que tocarla.