domingo, 28 de abril de 2013

¿To the wonder?


Admiro a Terrence Malick. Lo admiro porque en un mundo en el que el psicologismo impera en la definición de personajes y en el que –ya se sabe- si aparece una pistola en una escena es para dispararla en la siguiente o dos escenas más allá, este director trata a los personajes como si fuesen fuerzas de la naturaleza que actúan movidos por ímpetus irracionales y ajenos a cualquier psicología. En las películas de Malick alguien puede morir por un disparo sin que en ningún momento  hayamos visto la pistola. Todo eso y que lleve diez años rodando un documental sobre la historia del universo y que traduzca a Heidegger, ambas dos proezas incomparables. Aunque yo creo que para rodar un documental sobre la historia del universo hay que ser inmortal. Tal vez Malick lo sea y los demás no nos hayamos dado cuenta. Pues todo eso ocurre de nuevo en To the wonder. El espectador debe olvidarse del motivo de por qué actúan los personajes, debe olvidarse, de hecho, de que hay personajes y, casi casi, de que existe el tiempo. Malick nada en la eternidad como un pez en el agua. Cuando Malick pone la cámara frente a Ben Affleck el espectador debe experimentar la misma sensación que si enfocase a un canguro o una lechuga, la misma opacidad, la misma impenetrabilidad, el mismo aburrimiento. Eso sí, más guapo y con tatuajes. Hasta ahí de acuerdo. Lo que ocurre es que hasta los griegos hacían hablar a sus dioses de manera inteligible y bien trabada. El misticismo y la cursilería no es una mezcla recomendable, es como añadir huevo a la Coca-Cola, la cosa no queda bien por mucho que la agites. A veces el misticismo es la coartada perfecta para la pereza y la falta de ideas. Después de ver la película uno tiene la sensación de haber asistido a un larguísimo spot de Pepe Jeans. Solo hay que ver a la bellísima y bien vestida Olga Kurylenko dando provocativos saltos alrededor de la figura estólida de Affleck al menos durante la mitad del metraje, que es mucho. Eso sí, hay sexo.

sábado, 6 de abril de 2013

Gallinas de madera

Siempre hay retrocesos. En este momento, por ejemplo, se vive un período extraño. Es decir, que muchos de los novelistas que han sido muy revolucionarios se han convertido en autores comunes. Es como si el espíritu del cambio se hubiera terminado. Pero creo que este rasgo es pasajero. No obstante, hay algo en los jóvenes de lo que uno debe desconfiar. Algo que me parece peligroso. Muchos de ellos quieren ganarse el sustento con la literatura. Creo que eso es un grave error. Jesús dijo a los fariseos: “En verdad os digo, aquel que quiera ganarse la vida, la perderá”. Esta es una advertencia. Por otra parte si una literatura es verdaderamente nueva, tardará años en encontrar un público. Entonces, si el joven escritor de veinte años ya tiene esposa, hijos, un departamento, peces rojos, un gato, un perro, un coche, necesita obtener dinero para sostener todo eso.
 
                                                                                                       Mario Bellatin, Gallinas de Madera