miércoles, 15 de abril de 2009

Infraleves



Ayer asistí en La librería oriental a un recital de Eduardo Moga. Esencialmente leyó los haikús de su libro Los haikús del tren, en una de esas ediciones cuidadas y personalísimas a las que nos tiene acostumbrados la editorial El gaviero. El recital me pareció espléndido. Moga es un excelente poeta, con un discurso elocuente que no apaga sino que camina armoniosamente de la mano de su poesía. Al final del recital se inició una interesante conversación. Se habló, entre otras cosas, de la esencia del haikú, de si debería acuñarse un nuevo término para esa metamorfosis genérica que conocemos en occidente y que parece respetar únicamente la cantidad silábica japonesa, además de ciertas convenciones asociadas al original (combinación de naturaleza y subjetividad, de lo universal y lo concreto, intento de atrapar la fugacidad del instante...). En ese momento recordé los escritos de Duchamp acerca de la noción de 'infraleve', acuñada por el propio artista francés. Para Duchamp son ejemplos de infraleve el sonido que hace el roce de la pana del pantalón al caminar, la diferencia entre dos copias obtenidas por un método de reproducción técnico, el calor que permanece en un asiento recién abandonado, la separación entre la detonación de un fusil y el impacto de la bala...


Duchamp y Basho
Infraleve y haikú
chocan sus manos

4 comentarios:

Luna Miguel dijo...

los haikus de un hombre grande

Deseus dijo...

Qué interesante el inframecanismo del jaiku, y el megamecanismo que pone en juego: como en la miniatura de la que hablaba Benjamin, como para someter a base de pinceladas certeras todos los niveles macro del universo (aunque desconozco si en los jaikus de Occidente existe esa conexión con lo natural en cuanto a esencia tal como se respira en un Basho):
Ejemplos, por favor

hautor dijo...

Pues en los occidentales hay de todo, Dani, según pretendan ser más o menos fieles a la tradición oriental. Te recomiendo, además del libro de Moga, los libros de haikús de Jack Kerouac o de Andrés Neuman.

Dani Deseus dijo...

Gracias, tomo nota