domingo, 2 de mayo de 2010

La muerte del post

Mucho tiempo hace que se habla del final de la novela, hasta el punto de que se ha convertido en un género por sí mismo. Echando la vista atrás, tan sólo en unos pocos meses han aparecido al menos dos obras (El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, libro de relatos de Patricio Pron y Dublinesca, la última novela de Enrique Vila-Matas) donde se tematiza no ya la muerte de la novela, sino, algo más grave y acuciante, la muerte de la literatura.



Dicho esto, lo que llama más la atención es la calidad literaria de ambas obras. Como en un movimiento apotropaico (llevado a lo literario), el hablar de la muerte de la literatura parece implicar un redoble de los esfuerzos por salvarla de la extinción. Alguien podría pensar que se trata de algo propio del canto del cisne, más hermoso cuanto más próximo a la agonía. No es mi caso. Creo que conviene traer muy a propósito la teoría del ‘suplemento’, expuesta por Derrida en su De la gramatología. Allí elabora dicha teoría al hilo de la lectura de Rousseau. Derrida llega a la conclusión de que el origen (ideológico, estético, moral) siempre está desplazado y que no puede hacer otra cosa en su mostración que suplementarse. Suplemento es precisamente la palabra que usa Rousseau para referirse al acto masturbatorio (uno desearía siempre amar a una mujer hermosa, pero en su defecto, ya saben…).



Rousseau prioriza el habla frente a la escritura, y a ello dedica sus Confesiones, cree en la bondad de la naturaleza pero sin embargo escribe el Emilio para justificar un tipo de ‘educación natural’. Pues bien, volviendo al asunto inicial, mi tesis es que la literatura siempre ha estado al borde de la desaparición o, dicho de otra manera, que su aparición tiene lugar siempre aneja a un vacío que amenaza con atraparla. Pero, me adelanto a la posible pregunta, ¿de qué sería suplemento la literatura? Yo diría que la literatura es precisamente el suplemento del propio lenguaje, es decir, el lenguaje-buscando-su-origen-y-diciendo-su-imposibilidad-de-decirlo (perdonen el heideggerianismo). Los lenguajes periodísticos o científicos no requieren suplemento (de manera explícita cifran su origen en la actualidad o en algún aspecto de la naturaleza), todo lo contrario del lenguaje literario que se sustenta sobre un origen indescifrable que es a un tiempo la amenaza de su desaparición. La amenaza de lo literario proviene de lo alingüístico, de lo asignificante. Para decir este sin sentido y al mismo tiempo exorcizarlo, para eso usamos las palabras.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Chapeau! Una apuesta contundente la tuya. Desde luego si hubiera que hacer caso a todas las previsiones apocalipticas ya se habría acabado todo: la literatura, el arte, la filosofía, la vida en definitiva...Ya decían de Platón que la filosofía mataría la sabiduría, que la fotografía acabaría con la pintura, que la tele haría desaparecer las sombras chinescas y el teatro, en fin... que los avances de la técnica desbordarían "prácticas artesanales antiguas". No creo sin embargo que la perspectiva positiva que adoptas requiera la visión posmoderna de la historia ajena a la del progreso acumulativo y lineal. Está bien, creo, como apoyo, pero para mí es indiferente. Sí que afrontando el límite y la contradicción se justifica de la manera más apropiada un quehacer tan difícil y arriesgado al mismo tiempo que tan al alcanze de la mano,estoy de acuerdo -pero
¿eso no vale para todas expresiones de la creatividad?; quizás -debido a la indisponibilidad de los medios- no podamos hacer cine ni arquitectura, pero siempre tendremos con nosotros la palabra y el pensamiento...
P.D. La teoría del Suplemento nos devuelve un falso dilema de siempre ¿no?, el arte o la vida, pues qué sería la vida sin el arte de vivirla

Dani Deseus dijo...

Dani Deseus dixit

hautor dijo...

La teoría del suplemento nos reconcilia con la paradoja, la de cada cual. He visto a poetas jóvenes y aparentemente malditos leyendo cosas que sonrojarían a Bécquer, y a señores de vida y apariencia respetable (y que se ven a sí mismos de ese modo)haciendo auténtica vanguardia. La vida, como el arte, qué duda cabe, es muy confusa.