sábado, 7 de enero de 2012

Eurekas


El cerebro parece funcionar de dos maneras bien distintas. Está el modo tengo-un-problema-y–voy-a-pensar-en-él-hasta-dar-con-una-solución-convincente-y-definitiva, y está por otro lado el dejarse llevar, poner la mente en blanco, hacer la tangente al vacío y ver qué pasa si es que pasa algo. Un filósofo diría que el primero corresponde al juicio apofántico, en él los pensamientos se suceden uno a uno contagiados por una especie de inercia lógica que es a lo que llamamos razón, mientras que el segundo está relacionado con la heuresis, el hallazgo, la potra. Pasa algo parecido si nos desplazamos del terreno de la lógica al del pensamiento creativo. Uno quiere encontrar una solución a un problema narrativo y se sienta con su lápiz y su papel o ante su procesador de textos y elabora conjeturas y descarta y busca una salida como un ratón inmerso en un laberinto. Por otra parte está la posibilidad de dejarse llevar en un autobús y mirar afuera y perder la mirada y la mente y encontrarse con la solución al problema como el regalo deseado en el calcetín el día de Reyes. Un neurobiólogo diría que lo primero corresponde al pensamiento en serie, mientras que el segundo forma parte de eso que se da en llamar el pensamiento en paralelo que es una cosa exclusiva de los seres humanos y de los computadores cuánticos, si es que alguna vez viene al mundo tal entelequia teórica (me refiero a la computación cuántica). Me imagino una intervención artística que consistiera en poner una pegatina en aquellos lugares en los que uno pudiera pronunciar el grito arquimediano de ¡Eureka! Sería algo de este estilo:



Con el paso del tiempo, y haciendo un sencillo recuento de pegatinas, averiguaríamos cuáles son los lugares propicios para ser víctima de las ideas y de las soluciones inesperadas. A los talleres de artistas o los estudios de escritores habría que añadir los despachos de muchos publicistas, pero también bancos de jardines públicos, ventanillas de trenes de cercanías o estaciones de metro. Es una propuesta esta que no sé si merece una pegatina de las que digo. Tampoco hay por qué hacerme caso.

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