lunes, 30 de enero de 2012

Últimos días en el Puesto del Este



No había leído a Cristina Fallarás. Eso me evita tener que decir que esta novela es así o asá en comparación con tal o cual de las suyas. Solo puedo decir que esta novela está muy bien, pero mucho, que leyendo Últimos días en el Puesto del Este me acordé de la obra de Rafael Pinedo y, de hecho, pensé que si Pinedo pudiese encarnarse en alguien para continuar con su obra debería hacerlo en el cuerpo de Cristina Fallarás porque además ella es mujer y sabe hablar de amor muy bien y, sobre todo, es una mujer que sabe hablar de los hombres (por si alguien todavía no se ha enterado a los hombres nos gusta que las mujeres no solo hablen de ellas sino que hablen de nosotros porque a nosotros entre el fútbol y las ginebras se nos agotan los temas y apenas nos queda tiempo para otra cosa y así se nos va la vida y nos morimos sin saber cómo somos por dentro). Es esta una novela realista de tan apocalíptica y que, por tanto, da mucho miedo. Es, sobre todo, una novela muy bien escrita. En fin, que lean este libro escrito por alguien que parece tener el don de extraer belleza de todas las heridas.

miércoles, 11 de enero de 2012

La balsa de Medusa

Tengo que confesar la ilusión que me hace la publicación de esta obra de teatro que se representó hace unos años en Madrid. Recuerdo la sensación absolutamente unheimlich que me embargó como espectador al ver cómo los personajes cobraban vida delante de mis narices. Lo recuerdo como una especie de taumaturgia, con una mezcla de pudor y asombro. Gracias a Celia León, directora de Animalario, por el generoso prólogo, a los actores que insuflaron aliento a los personajes de esta obra y, sobre todo, a Ester González, por poner en marcha al monstruo.


sábado, 7 de enero de 2012

Eurekas


El cerebro parece funcionar de dos maneras bien distintas. Está el modo tengo-un-problema-y–voy-a-pensar-en-él-hasta-dar-con-una-solución-convincente-y-definitiva, y está por otro lado el dejarse llevar, poner la mente en blanco, hacer la tangente al vacío y ver qué pasa si es que pasa algo. Un filósofo diría que el primero corresponde al juicio apofántico, en él los pensamientos se suceden uno a uno contagiados por una especie de inercia lógica que es a lo que llamamos razón, mientras que el segundo está relacionado con la heuresis, el hallazgo, la potra. Pasa algo parecido si nos desplazamos del terreno de la lógica al del pensamiento creativo. Uno quiere encontrar una solución a un problema narrativo y se sienta con su lápiz y su papel o ante su procesador de textos y elabora conjeturas y descarta y busca una salida como un ratón inmerso en un laberinto. Por otra parte está la posibilidad de dejarse llevar en un autobús y mirar afuera y perder la mirada y la mente y encontrarse con la solución al problema como el regalo deseado en el calcetín el día de Reyes. Un neurobiólogo diría que lo primero corresponde al pensamiento en serie, mientras que el segundo forma parte de eso que se da en llamar el pensamiento en paralelo que es una cosa exclusiva de los seres humanos y de los computadores cuánticos, si es que alguna vez viene al mundo tal entelequia teórica (me refiero a la computación cuántica). Me imagino una intervención artística que consistiera en poner una pegatina en aquellos lugares en los que uno pudiera pronunciar el grito arquimediano de ¡Eureka! Sería algo de este estilo:



Con el paso del tiempo, y haciendo un sencillo recuento de pegatinas, averiguaríamos cuáles son los lugares propicios para ser víctima de las ideas y de las soluciones inesperadas. A los talleres de artistas o los estudios de escritores habría que añadir los despachos de muchos publicistas, pero también bancos de jardines públicos, ventanillas de trenes de cercanías o estaciones de metro. Es una propuesta esta que no sé si merece una pegatina de las que digo. Tampoco hay por qué hacerme caso.

miércoles, 4 de enero de 2012

P(i)oetas

Acaba de aparecer (llegará en breve a las librerías) a cargo de la editorial Amargord una antología sobre matemáticas (con) poesía. Creo que se trata de una propuesta (la primera de una serie espero que larga) interesante y oportuna para aquellos que descreen de las fronteras nítidas entre el mundo de las humanidades y de las ciencias. Sobre todo, creo que se trata de un libro hecho para disfrutar con buenos poemas. Agradezco al antólogo Jesús Malía el haber contado conmigo para esta propuesta.