Pero justamente, por ser limitativa, y mientras no sea descabelladamente delirante -y a veces a pesar de serlo-, la creencia produce un efecto sumamente eficaz, concentrado, en toda acción. De modo que para triunfar en la vida es preciso creer en algo, o sea estar, por definición, equivocado. ("El discurso vacío", Mario Levrero).
No estoy seguro de querer triunfar en la vida. Por tanto no estoy seguro de querer creer en algo. Lo cierto es que creo en la no creencia, y eso es creer, de alguna manera. Postulo entonces mi absoluta creencia en la falta de argumentos para toda creencia, incluida -naturalmente- la mía. Sólo nos queda la ficción. Creamos en ella.
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