Nunca como durante estos días he lamentado tan profundamente no ser multimillonario. Y no hablo solo por el dinero, que también, sino por el hecho de conseguir que una tasa llevara mi nombre. Sí, imagino un nuevo impuesto para los ricos: la tasa Moreno. Sería mi manera de asegurarme un hueco en los libros de historia. Podría morir en paz. Mientras eso ocurre aguardo que algún rico español dé un paso adelante y se ofrezca voluntario (al igual que han hecho otros multimillonarios en otros países) para apadrinar dicha tasa. Espero sentado, claro. Botín ya dijo que no le gustaba la vuelta del impuesto sobre el patrimonio. Con él no contamos. Me dan envidia los países que tienen ricos altruistas. Hacen que, por contraste, España me parezca un país deplorable. Es deplorable un país que se mantiene cohesionado -y para de contar- por la liga de fútbol y por el turismo. Todos sabemos que dos patas no dan estabilidad a ninguna superficie, aunque tenga forma de piel de toro. Incluso la liga de fútbol española se ha convertido en una metáfora de la ruptura del pacto social que consistía en el que los ricos ganaban dinero pero sin que el egoísmo les hiciese olvidar que tenían que dejar algo al resto de la población, aunque fuese lo justo para tomar un kebab e ir al cine. Están el Madrid y el Barça; y el resto a repartirse las sobras. Parece que está muy mal hablar de las diferencias de clase. Es de mal gusto. Lo que mola es hablar de las diferencias de género y del equipo favorito. Marx se olvidó de ello y por eso su pensamiento ha caído en descrédito. Yo es que estoy muy que muy preocupado por la clase media española porque son 170000 y son una minoría. Pobrecitos.
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