sábado, 12 de noviembre de 2011

El vigésimo séptimo libro

En literatura, cuanto más adule el escritor al lector con su pelo sucio, hirsuto, graso, aburrido y a raya, más querrá este leerlo, correrá a comprarlo por miles de ejemplares y lo repasará como un talismán de mediocridad fraternal. Houellebecq mismo me lo había explicado una vez:

-Si quieres tener lectores, ¡ponte a su nivel! Haz de ti un personaje tan plano, borroso, mediocre, feo y vergonzoso como ellos. Ese es el secreto, Marc-Édouard. Quieres elevar demasiado al lector sobre la tierra, transportarlo al cielo de tu loco amor por la vida y por los hombres. Eso les acompleja. Eso les humilla y por tanto te evitan, te rechazan, y acaban por despreciarte y odiarte.

Michel tenía razón. Un best seller siempre tiene razón.

Decir que vivíamos en el 103, calle de la Convención, Michel y yo… Cada uno en un piso, frente a frente. ¡Teníamos la misma dirección! Ha cambiado de nombre desde entonces. Si viviera todavía allí, Houllebecq viviría en “14, calle Oscar-Roty”. No se sabe apenas quién era Oscar Roty… En las monedas de un franco fue él quien grabó al sembrador con gesto elegante, vestido con traje de baile en los campos con el sol ocultándose. Si uno se acerca la moneda a los ojos, puede verse su firma: O. Roty. Guardo una de recuerdo. Es sin dudarlo con una moneda de Oscar Roty que el Destino ha jugado nuestra suerte: “cruz, es Michel quien tendrá éxito. Cara, es Marc-Édouard…” Nada ha cambiado aquí, Michel. El patio sigue siendo triste y gris, a veces beige. Con un poco más de vegetación y unas cuantas palomas menos. Desde mi casa miro tu ventana. Tu ex-ventana. Yo vivo en la primera planta, tú lo hacías en la quinta. Ya entonces me sobrepasabas. Una pareja ocupó tu apartamento, una pareja como esas que sueles detestar en tus libros. El balcón está vacío y la luz se apaga temprano, no como en tu época. Acuérdate, Michel, que eras el último en apagar la lámpara antes de dormir… ¿Cómo habría podido yo imaginar que todo lo que escribiera (miles de páginas) no serviría para nada y que tú, por la tarde, volviendo a casa, reflexionarías sobre una o dos frases para anotarlas el fin de semana siguiente, y que eso bastaría para hacer de ti “el mayor escritor contemporáneo”?

(Le Vingt-Septième Livre, Marc-Édouard Nabe, traducción de Javier Moreno)

1 comentario:

Unknown dijo...

¡Necesito leerlo ya!