Fue el matemático Émile Borel el que aseguró que bastaba imaginar un número infinito de monos dispuestos es un número infinito de escritorios frente a un número infinito de máquinas de escribir para concluir lógicamente que uno de esos monos produciría las obras completas de Shakespeare.
Podría añadirse que ese mono no sólo habría escrito las obras completas sino (puesto que el número de caracteres es infinito) toda la crítica que la obra del escritor ha generado -y la que generará- a lo largo del tiempo.
A mí me gusta imaginar a uno de esos monos (incluso he llegado a ponerle rostro) mecanografiando cuanto escribo, cuanto escribiré y cuanto he escrito. Un ineludible precursor dando saltos sobre su taburete y haciendo un alto de vez en cuando para engullir una banana. Todos somos los Pierre Menard de un simio. Después de esto, ¿quién se atreverá a hablar de la vanidad del escritor?
2 comentarios:
Lamento profundamente inaugurar los comentarios de este nuevo blog para manifestar mi disconformidad con el hautor de La Balsa de Medusa.
¿Qué es eso de que no hay entradas para este domingo?, ¿quién se ha creído usted que es? Y lo peor de todo: ¿qué le digo yo ahora a mis amigos, cómo corregir ahora los planes para una tarde de domingo en Madrid?
Por lo demás, espero que la organización sepa contentar al público insatisfecho.
Nada más que objetar.
Un saludo cordial y molto mierda.
Dios, cuánto lo siento, Ibrahím. El éxito es algo con lo que no había contado el hautor de la obra. Espero que se prorrogue.
Un abrazo.
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