viernes, 28 de marzo de 2008
Vuelta a la realidad
Ya dijimos que el capital es algo así como la ficción suprema (la ficción suprema que ha desplazado a la otra ficción suprema: Dios). Uno pide un crédito al banco con lo cual el banco acumula deuda, deuda que a su vez ofrece a otro banco que es vendida a otro banco; y así sucesivamente. Esta deuda, en principio virtual, que circula creando una cadena de estrés (físico y económico) es la que crea el organismo en que consiste el capital. Efectivamente, el capital no es más que un organismo (ojo, esto no es una metáfora) urdido a partir de cadenas crecientes de estrés (que liga a los clientes a sus bancos, ligados a otros bancos más grandes, a los cuales están ligadas las grandes compañías y los estados). Todo esto mientras funcione the willing suspension of desbelieve, que decía Coleridge. O sea, mientras funcione la ficción. Sólo que hay momentos en los que esta cadena ficcional se rompe. Y uno de los eslabones decide pasar de la ficción a la realidad, dicho con otras palabras: quiere recuperar su dinero. Como en cualquier otra ficción, al final acaba imponiéndose una necesidad, un instinto de realidad más fuerte que la propia ficción. Se rompe el hechizo y, como niños que se habían dejado acunar en los brazos de la fantasía, descubrimos (¿pero cómo no nos habíamos dado cuenta antes?) el absurdo de que una calabaza se hubiese convertido en carroza. Por eso el capital nos quiere niños eternos, caprichosos, manipulables, fantasiosos. Por eso nunca como ahora la infancia se había convertido en lo sagrado (curioso que el capital fomente e incluso subvencione -en cambio- todo tipo de "profanaciones" morales y artísticas), lo único intocable. Porque hay que ser niño para creerse los cuentos. Y el capital es un cuento. Y no de los mejores.
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2 comentarios:
la paradoja es que la ficción "primaria" del dinero es la que interpreta el papel de la realidad dentro de la ficción "de segundo grado" del capital.
Sí, la metaficción está ahí, desde luego. Lo que no sé es si esto podría ampliarse hasta el metameta (¿especular con la deuda de la deuda?). Uf, se me escapa.
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