sábado, 29 de noviembre de 2008

El cuento de los cuentos

El otro día leía la pequeña columna de Fernando Aramburu en El Cultural a propósito del descrédito entre -la generalidad de- los lectores del cuento o relato literario. Y coincide con reflexiones que me vengo haciendo desde hace tiempo a este propósito. He hecho encuestas entre mis amigos escritores y no escritores acerca del tema, sin llegar a ninguna conclusión definitiva. ¿Se publican pocos libros de cuentos (género maldito entre los editores) porque la gente los lee poco, u ocurre más bien a la inversa? Creo, sinceramente, que el asunto admite explicaciones comerciales, culturales y hasta antropológicas. Aventuraré algunas.

En una época que se jacta de haber acabado con los 'grandes relatos' (históricos, me refiero) la gente anda necesitada de otros grandes relatos, novelescos éstos (a ser posible, un tocho que ronde el millar de páginas). Podría enunciarse un principio de indeterminación entre las variables metafísicas y narrativas. Es decir, cuanto más determinado sea el relato metafísico-histórico, menos requiere una cultura relatos ficcionales prolongados y matraquistas. Por otra parte, es cierto, se suman a ello cuestiones económicas. La relación coste/nº páginas se optimiza con las grandes novelas (incluso en las ediciones de pasta dura), desatendiendo otras variables literarias como la intensidad de la narración (garantizada por lo general en el cuento). Es curioso que en nuestro modo de vida contemporáneo en el que todo pasa rápido y las lecturas se hacen por lo común a bordo de transportes públicos durante trayectos más o menos cortos, los lectores prefieran aferrarse a volúmenes inacabables y casi inmanejables. Paradójico, ¿no? ¿O no tanto?

6 comentarios:

Pedro Pergamo dijo...

La verdad es que yo como buen lector desordenado la intensidad la encuentro según mis necesidades coyunturales, pero hay cosas que tengo claras. Y “terciando de cambia” toreramente me explico con un símil culinario, que está tan de moda ahora. Adoro las aparentemente densas alubias rojas de Tolosa (por cierto la tierra de mis padres y un poco la mía), es mi plato favorito pero no es fácil encontrar donde las tengan (fuera de mi casa materna claro) así que al margen del entrañable festín familiar, cuando las consigo yo por mi cuenta las disfruto el doble que antes, cuando la ansiedad me traicionaba, ahora ya he aprendido a saborearlas bien y es para mi casi un ritual esperar el día y el momento para disfrutarlas, para no ofenderlas comiéndomelas en plan fast food o cuando no voy a poder digerirlas y sacarles todo el sabor mientras las devoro lentamente y también después. Especialmente esto porque por desgracia cada vez es más esporádico cuando las encuentro, o las busco, a veces hasta me parece que son ellas las que sin prisa me llaman para que las guarde en mi alacena, a la espera.

Con la lectura me pasa igual, el mejor libro, el más intenso, el que ya adivino exquisito siempre está reservado para ese momento en que mi estómago está preparado para el mejor bocado, ese momento en que todo lo demás acompaña, casi siempre una montaña, el mar atisbando detrás y el sol soñando que cae justo al medio, y entonces…, que maravilla, que placer, que sabor, que digestión.
Y mientras tanto me voy conformando con las alubias blancas, pintas, fabes, etc., que aunque para mi no es lo mismo (que queréis que os diga) cumplen el rutinario acto de la subsistencia y hasta en un tren me las comería, aunque ahí mejor suelo ver la peli si es buena o mirar el paisaje, acordándome de mis montañas y soñando un poquito que estoy allí ya, comiendo alubias rojas y leyendo… alubias rojas.

Anónimo dijo...

Supongo que, siguiendo la metáfora culinaria, la cosa está entre elegir un menú-degustación de veinte platos o un buen plato de cocido (siesta incluida). Difícil elección, desde luego.

Pedro Pergamo dijo...

No sé, mis alubias pueden ser un tocho, un relato o hasta un poema leído muchas veces, todo alimenta, todo. Lo que digo es que prefiero exprimir un buen... ¿texto? sea cual sea su forma que veinticinco malos textos,...sea cual sea su forma. Pero eso si, nada desdeño, nada. Raro que es uno.

Pedro Pergamo dijo...

Despedida y cierre: Hola Hautor, copiando el título de un blog cerrado que me emocionó cierro yo con esto mi periplo por estos lares, iniciado aquí hará tres meses con una sequía intermedia. Tengo unos cuantos amigos (físicos) que atender, así como familiares con los que seguir jugando al toma y daca del "te quiero" y que forman parte de esa parte "A" de mi vida que me hace muy, pero que muy feliz y de la que te hablaba al principio. En casa de Ibrahim me he desahogado un poco de forma abrupta e impulsiva, seguro que con el tiempo todos me lo perdonarán, supongo que soy un demasíado polémico para andar por aquí, y que el ego que también mencioné al inicio ha vuelto a tiranizarme. Nada nuevo realmente en lo que a vivir se refiere, todos tenemos nuestras heridas que escuecen y que duelen cuando las tocan sin querer.

Pero me quedo con dos cosas, se que puedo escribir y algún dia lo haré, y tu sutil amistad, nos conoceremos personalmente, seguro. Y ahora apago el ordenador y mi creatividad por un tiempo, y me voy a dar un paseo por la playa, que la tengo muy abandonada, y después me iré a las montañas unos días, a comerme mis alubias, que como ya sabes son tu "click".
Gracias por todo, va por ti esta poesia (o poema, o como se diga) de abajo que, no te miento, hice para mi mejor amigo pero que también a ti te representa. Ha sido (casi siempre) un verdadero placer. Un abrazo fuerte.


Amigo, que suave escuchas

que por paciencia callas

que entregas el don del habla

a quien hablando calla


Compañero de la ruta

de caminos polvorientos

a ti y solo a ti te digo

donde quieras allí voy

cuando quieras aquí ando.

Anónimo dijo...

Bueno, Pedro, pues a disfrutar de la familia, de la playa y de las alubias (espero que Click no se quede en poca cosa comparado con ellas). Me quedo esperando tu vuelta. Y suerte en el viaje,compañero.

Luna Miguel dijo...

No la conocia. Gracias!
Ese poema me encanta.