Tengo ganas de ver la nueva película de Casey Affleck, titulada Todavía sigo aquí. Durante algún tiempo se dudaba acerca del fake que está en la base de la película: el abandono de Joaquin Phoenix de su carrera de actor para hundirse en un submundo a años luz del glamour hollywoodiense. El propio Joaquin apareció hace un año en el programa de Letterman para anunciar su nueva condición de paria, encarnando una especie de avatar del gran Leboswki.
La audiencia y, por supuesto, el propio presentador no sospecharon que Phoenix pudiese estar representando una farsa. Apenas un año después aparece la película de Affleck (cuñado, recordemos, de Joaquin), una especie de documental que da cuenta de la degradación a la que se entrega voluntariosamente la otrora estrella cinematográfica.
Algunos espectadores y críticos sospechan. La mayoría cree sin embargo que el verdadero Phoenix es el Phoenix de la película. Hasta que hace tan sólo unos días Phoenix vuelve al programa de Letterman para pedir disculpas y reconocer que todo ha sido un montaje, una broma urdida en alguna familiar sobremesa.
Creo que lo interesante es extraer una moraleja de todo esto. Hace tiempo que -casi- nadie lee ingenuamente un periódico, conocedores como somos de que la manipulación o el partidismo pueden penetrar a través del menor resquicio de la noticia. Poco a poco nos hemos ido habituando (aunque todavía es multitud la hueste de creyentes catódicos) a que la imagen, en particular la televisiva, también puede cometer errores o mentir abiertamente. Por otra parte hace tiempo que disfrutamos las delicias del falso documental. Lo que diferencia a la película de Affleck del falso documental es que el actor desarrolla un personaje que previamente ha exhibido en 'la realidad' (al menos en la realidad televisiva). Todavía sigo aquí sirve de algún modo para inocular en el espectador de cine y, sobre todo, en el televidente, la sospecha acerca no de la verdad del cine (algo descartado casi de inmediato) sino de la verdad mediática. Cabe preguntarse, por último, hasta qué punto Joaquin finge el personaje o simplemente se ha ha dejado llevar durante un tiempo por un ímpetu metamórfico. Todavía no he visto la película, pero por si acaso prefiero quedarme con la duda.
La audiencia y, por supuesto, el propio presentador no sospecharon que Phoenix pudiese estar representando una farsa. Apenas un año después aparece la película de Affleck (cuñado, recordemos, de Joaquin), una especie de documental que da cuenta de la degradación a la que se entrega voluntariosamente la otrora estrella cinematográfica.
Algunos espectadores y críticos sospechan. La mayoría cree sin embargo que el verdadero Phoenix es el Phoenix de la película. Hasta que hace tan sólo unos días Phoenix vuelve al programa de Letterman para pedir disculpas y reconocer que todo ha sido un montaje, una broma urdida en alguna familiar sobremesa.
Creo que lo interesante es extraer una moraleja de todo esto. Hace tiempo que -casi- nadie lee ingenuamente un periódico, conocedores como somos de que la manipulación o el partidismo pueden penetrar a través del menor resquicio de la noticia. Poco a poco nos hemos ido habituando (aunque todavía es multitud la hueste de creyentes catódicos) a que la imagen, en particular la televisiva, también puede cometer errores o mentir abiertamente. Por otra parte hace tiempo que disfrutamos las delicias del falso documental. Lo que diferencia a la película de Affleck del falso documental es que el actor desarrolla un personaje que previamente ha exhibido en 'la realidad' (al menos en la realidad televisiva). Todavía sigo aquí sirve de algún modo para inocular en el espectador de cine y, sobre todo, en el televidente, la sospecha acerca no de la verdad del cine (algo descartado casi de inmediato) sino de la verdad mediática. Cabe preguntarse, por último, hasta qué punto Joaquin finge el personaje o simplemente se ha ha dejado llevar durante un tiempo por un ímpetu metamórfico. Todavía no he visto la película, pero por si acaso prefiero quedarme con la duda.