Reconozco que no me interesan demasiado las revelaciones de wikileaks, que considero que la mayoría de ellas son previsibles y que aportan más al comadreo que al verdadero debate político. Era lógico, eso sí, que en un mundo que pretende la visibilidad absoluta como mecanismo de dominio y control de almas y cuerpos, esta misma herramienta se volviese contra un poder que, si se caracteriza por algo, es por mantenerse alejado de los focos y de las cámaras que él mismo sostiene en su mano. Probablemente algo de sombra sea necesaria, no sólo para el ejercicio del poder, sino para la sencilla relación entre vecinos o amigos. Ciertamente nunca he deseado saber lo que mis amigos o vecinos digan de mí en privado siempre que pueda seguir tomándome una cerveza con los primeros y saludar cordialmente en el ascensor a los segundos. Creo que la subjetividad requiere asimismo de esa sombra, sombra que podemos denominar intimidad o vida privada o como queramos. El estado de visibilidad absoluta atacó en primer lugar a la parte más débil, a los sujetos individuales, a los viandantes y ciudadanos víctimas de cámaras de vigilancia y controles de alcoholemia y aeroportuarios. Ahora, en compensación, le toca a los centros de poder. Una por otra. Si pudiera elegir, elegiría un poco de sombra para todos, para el ciudadano de a pie y para el ejercicio del poder. Pero creo que eso no esta en mis manos, que la fuerza centrífuga se ha tornado centrípeta y que el objetivo de la cámara ha tornado a darse la vuelta para enfocar a las manos que la detentan. Como se dice, café para todos. O, más castizo: donde las dan, las toman. Es lo justo. Partiendo de mi objeción a los papeles de wikileaks, tengo que observar sin embargo, a partir de lo ya dicho, que no puedo estar de acuerdo con la estrategia de silenciamiento de dicha página ni con la prohibición de donar fondos a dicha organización a través de mastercard, visa o paypal. Parece ser que estos chicos tampoco: