jueves, 29 de marzo de 2012

A veces elegimos la infelicidad

A veces elegimos la infelicidad. Porque admiramos las rocas y el humus y el vasto reino de lo inanimado. O al menos eso decía aquel judío cocainómano (siempre olvida los nombres. Siempre recuerda los accidentes, los atributos; como si la existencia estuviese desprovista de sustancia y solo importase la frivolidad del color de pelo y la pulcritud del prepucio. Su creencia metafísica en los detalles). Por eso acude hoy a su centro de trabajo. Humillado, avergonzado, aguantando la respiración como si penetrase en un medio extraño. Saluda a la media docena de compañeros que pululan por los pasillos vacíos del laboratorio. Solo uno se muestra orgulloso. Sonríe, bromea, felicita a los que tropieza como el presidente de una cofradía. Somos de los suyos, piensa, y esa pertenencia imaginaria lo hincha como un globo. Él guarda silencio. Sabe que ha tomado el partido de la infelicidad. Porque no fuma, ni bebe, ni navega aguas bravas en canoas raquíticas los fines de semana. Ni va de putas. Es lo único que se le ocurrió para compensar la impecabilidad de sus hábitos. Durmió mal pensando en el momento del despertar, saboreando por anticipado la traición a sí mismo. Porque él comulga, sin embargo, con el ideario de los huelguistas. En realidad él desea hacer la huelga. Y eso acrecienta su sufrimiento y le añade mérito. Sufre al poner en marcha la centrifugadora de plasma, al recolectar las cepas de escherichia que se disputan el minúsculo imperio de la muestra. Y goza al mismo tiempo con ese sufrimiento. Sentirse un esquirol es de lo mejor y más excitante que le ha pasado en la vida.

domingo, 18 de marzo de 2012

Alimento para moscas


Aparezco poco por aquí, lo sé. Tengo mis motivos. La estupefacción y la rabia requieren un proceso largo. Mi neocórtex es rápido, pero digiere mal los estímulos procedentes del bulbo raquídeo, y eso dificulta las cosas. Hay una descompensación entre mi disco de arranque reptiliano y mi CPU. Me cuelgo a menudo y debo reiniciarme, y entretanto este blog sin actualizar. La naturaleza no existe, todo es tecnología y para curarme en salud compro revistas de informática y revisito el BASIC.

GOTO Alimento para moscas, de Jon Obeso (Lengua de Trapo)

Este es un libro grande, de esos que, los tires como los tires, siempre caen de pie, como los gatos y los satélites artificiales. Este libro lleva incorporado el giroscopio de la gran literatura y por eso es inmune a las modas. Como un Mister Olympia: lo mires por donde lo mires, encuentras músculo. Sé que hay gente a la que tanto músculo le da un poco de asco. Allá ellos. Este libro es lo que se llama un libro ‘inatacable’. Puede gustar o no, como puede gustar o no Miguel Espinosa o Julien Gracq o Thomas Bernhard, pero mientras los gustos pasan sus libros aguantarán firmes devolviendo al tiempo una sonrisa de Gioconda, que está tan de moda. Alimento para moscas no va de la crisis o, más bien, no va de esta crisis económica sino de esa crisis insuperable que afecta al que mira con lucidez y sin contemplaciones la estupidez y la miseria humana. Este libro va, en definitiva, de lo que van los grandes libros, de hacer literatura. Léanlo, háganme caso. Ya me agradecerán el consejo.