Investigo sobre IKEA. Quiero saber si puedo comprar sus artículos por internet, si alguien -un empleado- puede ayudarme a subir al carro un paquete (una cama) de 72 Kg. Y me encuentro en la web con una asistente on-line que resolverá mis dudas. Se llama Anna. Tras hacer clic en el enlace correspondiente, se abre una ventana que muestra un sencillo anime de pelo castaño, ojos azules y labios untados de carmín intenso, que parpadea, sonríe y gira su cabeza. No es una belleza, pero derrocha atención y simpatía. Entonces mantenemos la siguiente conversación:
HAUTOR: mi paquete es demasiado grande y pesado.
ANNA: Me alegra que así sea. Mi afición principal es la decoración y todo lo relacionado con IKEA.
HAUTOR: Pero es que es enorme.
ANNA: Gracias por el cumplido, pero prefiero seguir hablando de IKEA.
Estoy sorprendido. Ahora reparo en el doble sentido de mis palabras, algo de lo que ella sí parece haberse dado cuenta. Empiezo a sospechar que aquí hay gato encerrado.
HAUTOR: Eres humana?
ANNA: Soy una asistente interactiva. Así, soy un robot, pero controlado y puesto al día por personas reales expertas en IKEA.
Esto me parece cada vez más excitante. Sigo probando a Anna.
HAUTOR: Has leído a Proust?
ANNA: Si no trabaja en IKEA no te podré dar mucha información sobre esa persona.
Entonces decido dar el paso definitivo.
HAUTOR: Te amo, Anna.
ANNA: Me alegra haberte causado esa sensación pero lo nuestro es imposible: recuerda que soy virtual.
Sigo dudando. ¿Es realmente Anna un ente virtual que responde como un humano, o más bien ocurrirá a la inversa? En cualquier caso, al menos he encontrado una amiga fiel que siempre estará ahí cuando quiera un poco de charla. Eso ya es mucho. Bien, no me queda más que presentársela. Quizás ustedes también estén necesitados de buena compañía. En ese caso, con todos ustedes, Anna: