Pueden encontrar una crítica del último libro de Kobo Abe 'Idéntico al ser humano' en el siguiente enlace:
http://www.revistadeletras.net/identico-al-ser-humano-de-kobo-abe/
miércoles, 28 de abril de 2010
domingo, 25 de abril de 2010
Maneras de agarrarse (cuando uno enferma)
En muy pocos días han llegado a mis manos dos libros publicados por la editorial La Bella Varsovia. Son los libros de Luna Miguel y Cristina Morano. Creo que no fuerzo la analogía si digo que Estar enfermo y El arte de agarrarse tienen mucho en común. Los dos libros hablan de las heridas físicas y psicológicas que produce la vida, hablan de la enfermedad (algo que ya tematizó Nietzsche) como de un motor doloroso de escritura, escritura que vendría a ser de algún modo cura o al menos paliativo de dicha enfermedad. Son libros directos, confesionales, donde las poetas exponen sin exhibicionismos ni estridencias sus llagas, con la suficiente contención como para que el lector se adentre en ellas y descubra en esas heridas ajenas algo de las propias.
Hypocondriaque
garganta vacía, blando, duro, cabeza.
garganta seca, fiebre, sueño, tripa.
tengo todos los síntomas, sueño todas
las enfermedades, sangre, frío, azúcar.
no estoy enamorada.
(Luna Miguel, Estar enfermo)
Las cordilleras de la noche
Voy a hablar de otra forma.
Reescribo una y otra vez los versos,
pero de qué hablarán.
Alargo
las manos y las crestas de la oscuridad
me cortan al asirme.
Lady Day cabalga el dragón,
el arqueado lomo de los animales
que hemos imaginado para describir el desastre:
la herida que no sigue una línea razonable,
pues no sangra ni cura ni cicatriza.
Hoy hablaré de otra manera,
termino de escribir un diecisiete
de julio del cincuenta y nueve:
el hígado de Billie Holiday
se colapsa tres veces esta noche.
Los médicos encuentran
inútil la reanimación.
Sólo hay un policía vigilándola,
por favor, cogedme la mano
mientras caigo.
Cuando agarro la oscuridad,
los peñascos me hieren en los dedos,
con los ojos abiertos miro
a través de las sombras,
hacia las cordilleras de la noche.
De sus bosques regresa lo pasado,
las funciones del cuerpo rotas
y esa forma brutal que la desesperanza
impone en las maneras de los solos.
(Cristina Morano, El arte de agarrarse)
Hypocondriaque
garganta vacía, blando, duro, cabeza.
garganta seca, fiebre, sueño, tripa.
tengo todos los síntomas, sueño todas
las enfermedades, sangre, frío, azúcar.
no estoy enamorada.
(Luna Miguel, Estar enfermo)
Las cordilleras de la noche
Voy a hablar de otra forma.
Reescribo una y otra vez los versos,
pero de qué hablarán.
Alargo
las manos y las crestas de la oscuridad
me cortan al asirme.
Lady Day cabalga el dragón,
el arqueado lomo de los animales
que hemos imaginado para describir el desastre:
la herida que no sigue una línea razonable,
pues no sangra ni cura ni cicatriza.
Hoy hablaré de otra manera,
termino de escribir un diecisiete
de julio del cincuenta y nueve:
el hígado de Billie Holiday
se colapsa tres veces esta noche.
Los médicos encuentran
inútil la reanimación.
Sólo hay un policía vigilándola,
por favor, cogedme la mano
mientras caigo.
Cuando agarro la oscuridad,
los peñascos me hieren en los dedos,
con los ojos abiertos miro
a través de las sombras,
hacia las cordilleras de la noche.
De sus bosques regresa lo pasado,
las funciones del cuerpo rotas
y esa forma brutal que la desesperanza
impone en las maneras de los solos.
(Cristina Morano, El arte de agarrarse)
miércoles, 21 de abril de 2010
Resonancias de José Luis Brea y Martín Rodríguez-Gaona
Pienso en el tema muy a menudo. El tema son las redes sociales y la poesía. Hace poco que he leído dos libros que tratan el tema, conjuntamente o por separado. Los dos tienen títulos largos. Son Las tres eras de la imagen: Imagen-materia, film, e-imagen y Mejorando lo presente, poesía española última: posmodernidad, humanismo y redes. El primero es obra de José Luis Brea y el segundo de Martín Rodríguez-Gaona. Puedo decir que los dos me han parecido espléndidos. El libro de José Luis Brea es un auténtico manual de la imagen, un libro luminoso, lleno de ideas estimulantes, un libro de los que a mí me gustan, de los que te hacen levantar la cabeza del texto al menos dos o tres veces cada página; pero, sobre todo, se trata de un libro escrito con una prosa brillante (algo infrecuente en tantísimos libros de ensayo). No sé si es porque el tema me toca en lo más íntimo (del pensamiento), pero esta obra de José Luis Brea me parece radical e imprescindible, como un sistema de coordenadas plantado en el centro de los discursos acerca de la imagen. No estoy de acuerdo con todo lo que dice este libro, desde luego. No lo estoy, por ejemplo, con la loa a la transparencia, a la visibilidad absoluta como una especie de mesianismo político y estético. No en lo político, al menos. La visibilidad es una especie de pharmakon derridiano, de indecidible que incorpora un aspecto salvífico indisolublemente unido a un rostro de control biopolítico. A veces lo que es bueno para la estética no es bueno para la política, y viceversa (Platón sabía mucho de esto último). En cuanto al libro de Rodríguez-Gaona, me parece uno de los estudios más fiables y acertados de la poesía de los últimos años, algo así como un corte epistemológico en el flujo de la poesía española. Faltan nombres, desde luego, pero que alguien me muestre una antología (y este libro es, desde luego, mucho más que una antología) donde no ocurra lo mismo. Me interesa, sobre todo, de este libro el análisis final acerca de los caminos hacia donde transita o puede transitar la poesía actual. Y esto emparenta con mi inquietud inicial, la que daba o pretendía dar origen a este post. Hay partes del libro de Martín que, me parece, guardan relación con otros de los del libro de José Luis Brea. Ambos libros tratan de las redes virtuales, como se muestra en este par de fragmentos:
coalición 2.0: (pequeña) teoría de las multitudes interconectadas
... nada de ello se estabiliza, nada cobra cuerpo simbólico, nada cristaliza en la forma de una identidad cumplida y cerrada, en la clausura de un nombre propio. No, esto no escenifica una u otra identidad colectiva fijable, no es el nombre de un Sujeto de la Historia trascendente y autónomo, recursivo, anclado a una u otra bioterritorialidad -aquí no hay nada de nación, de etnia, de clase, de unidad de destino en la historia, nada de todo eso-. No: aquí no hay más que un momento de giro, una economía de afectos censada por lo inaprensible de un tiempo intensivo, el requiebro de un puro dibujo aéreo que reúne y dispersa en décimas de segundo una multiplicidad indeclinable de movimientos autónomos conjugados, de trayectorias convergentes en instantes de negociación magnética, de líneas de vidas cruzadas que son, a cada momento y simultáneamente, líneas de fuga. (Las tres eras de la imagen)
La red en este aspecto simplemente amplía tecnológicamente el tradicional boca a boca que tan determinante ha sido en la industria del libro y en la esfera política. No se debe de dejar de tener en cuenta, por lo tanto, que el paso del siglo XX al siglo XXI representa la transformación de mercados de producción masiva a otros de producción personalizada, una circunstancia irrenunciable para la industria editorial y la institucionalidad literaria. (Mejorando lo presente, poesía española última)
Y esto me lleva de nuevo al tema del principio, al hecho de que, como afirma Martín, los poetas tengan (tengamos) que 'producir' de manera personalizada a nuestros lectores en medio de la decapitación creciente de los discursos críticos legitimadores que predominaban hasta ahora (crítica de suplemento, discurso universitario, etc) y su proliferación a través de portales especializados, blogs... Está claro que el oficio poético se ve mezclado y contaminado con una política de la amistad/afectividad que convendrá no perder de vista (Eloy Fernández Porta es quizás una de las antenas privilegiadas que se erigen en este dominio). Me consuela darme cuenta de que Martín Rodríguez-Gaona no sólo no olvida la lectura solitaria del libro de poesía, sino que la cree necesaria. De hecho, dicha lectura solitaria se impone como el objetivo último de todo el juego social de legitimaciones y seducciones que implica la red social. Puede que sea éste un terreno lleno de equívocos y arenas movedizas, pero que sin duda se extiende ante nosotros, a un tiempo, como un territorio colmado de sugerentes oportunidades.
coalición 2.0: (pequeña) teoría de las multitudes interconectadas
... nada de ello se estabiliza, nada cobra cuerpo simbólico, nada cristaliza en la forma de una identidad cumplida y cerrada, en la clausura de un nombre propio. No, esto no escenifica una u otra identidad colectiva fijable, no es el nombre de un Sujeto de la Historia trascendente y autónomo, recursivo, anclado a una u otra bioterritorialidad -aquí no hay nada de nación, de etnia, de clase, de unidad de destino en la historia, nada de todo eso-. No: aquí no hay más que un momento de giro, una economía de afectos censada por lo inaprensible de un tiempo intensivo, el requiebro de un puro dibujo aéreo que reúne y dispersa en décimas de segundo una multiplicidad indeclinable de movimientos autónomos conjugados, de trayectorias convergentes en instantes de negociación magnética, de líneas de vidas cruzadas que son, a cada momento y simultáneamente, líneas de fuga. (Las tres eras de la imagen)
La red en este aspecto simplemente amplía tecnológicamente el tradicional boca a boca que tan determinante ha sido en la industria del libro y en la esfera política. No se debe de dejar de tener en cuenta, por lo tanto, que el paso del siglo XX al siglo XXI representa la transformación de mercados de producción masiva a otros de producción personalizada, una circunstancia irrenunciable para la industria editorial y la institucionalidad literaria. (Mejorando lo presente, poesía española última)
Y esto me lleva de nuevo al tema del principio, al hecho de que, como afirma Martín, los poetas tengan (tengamos) que 'producir' de manera personalizada a nuestros lectores en medio de la decapitación creciente de los discursos críticos legitimadores que predominaban hasta ahora (crítica de suplemento, discurso universitario, etc) y su proliferación a través de portales especializados, blogs... Está claro que el oficio poético se ve mezclado y contaminado con una política de la amistad/afectividad que convendrá no perder de vista (Eloy Fernández Porta es quizás una de las antenas privilegiadas que se erigen en este dominio). Me consuela darme cuenta de que Martín Rodríguez-Gaona no sólo no olvida la lectura solitaria del libro de poesía, sino que la cree necesaria. De hecho, dicha lectura solitaria se impone como el objetivo último de todo el juego social de legitimaciones y seducciones que implica la red social. Puede que sea éste un terreno lleno de equívocos y arenas movedizas, pero que sin duda se extiende ante nosotros, a un tiempo, como un territorio colmado de sugerentes oportunidades.
martes, 13 de abril de 2010
Rencontres, again
Como todos los años acudo fiel a mi cita con los Recontres Paris/Berlin/Madrid, en particular con la muestra que se exhibe en el edificio de la antigua tabacalera. La oscuridad y la humedad -casi insalubre- del lugar proporciona a la visita el encanto del que visita una caverna para contemplar bisontes (virtuales en este caso). Se produce en el espectador esa extraña mezcla de lo ctónico y lo digital, algo con lo que yo disfruto sobremanera. Como siempre, hay cosas descartables, pero, también como siempre, nunca salgo del edificio de la tabacalera sin la sensación de haber encontrado algo insólito, estimulado por una emoción estética que no puede proporcionarme la pintura ni la música ni el cine ni si quiera la literatura. Creo que el arte digital es en realidad un nuevo arte, emancipado del resto, dotado de su propia musa, una musa hecha de cables y cuya piel tiene el tacto del cristal líquido. De todo lo que he visto me quedo con la instalación de Ryoji Ikeda, consistente en capturar masas de información en tiempo real y convertirlas en patrones musicales y visuales como los que aparecen en el vídeo. Algo alucinante. Creo que el datamatic (el software usado por Ikeda para llevar a cabo su proyecto) funciona de modo parecido al que usa la naturaleza para producir muchas de sus formas. En particular formas como los remolinos en al agua o la oscilación de un péndulo. A partir de fuerzas caóticas a nivel molecular (información, ruido blanco), la materia logra organizarse en una estructura reconocible, una forma emergente que sólo es un síntoma de la complejidad del nivel microcósmico. Creo, insisto, que Ikeda logra producir un efecto similar a través de su obra. A mí, desde luego, así me lo parece.
jueves, 8 de abril de 2010
domingo, 4 de abril de 2010
La poesía es algo grande y discreto
Estuvimos en Roma S. y yo. Y disfrutamos de lo lindo. Roma es una ciudad llena de cosas extrañas que no aparecen en ningún mapa, en ninguna guía. Descubrimos, por ejemplo, que la cúpula de San Pedro es una obra de arte camaleónica, capaz de responder de inmediato a los cambios en la tonalidad del cielo. Descubrimos también que San Pedro puede contemplarse a través de una mirilla de un centímetro de diámetro.
S. y yo nos asomamos a la mirilla y éramos como dos condenados al purgatorio atisbando el paraíso a través de un pequeñísimo orificio. Un par de militares sujetaban una enorme metralleta haciendo guardia junto a la mirilla, añadiendo a la escena un aire inconfundiblemente kafkiano. Hay que decir que el paraíso está extrañamente hecho a prueba de fotografías. Ignoro la razón por la que no aparece la cúpula de San Pedro al fondo de la hilera de setos. Puedo aseguraros que allí estaba. Visitamos el cementerio donde están enterrados Keats y Percy Shelley. Junto a la tumba de Keats había una pareja sentada en un banco. Tenían un libro abierto, probablemente del poeta. Aquello nos pareció la media aritmética de lo solemne y lo cursi. Algo que no gustaría de ningún modo a alguien que quiso que su nombre se escribiera en el agua. Queríamos llevarle flores a Keats, pero no un ramo cualquiera. S. se puso su vestido para visitar a Keats. S. se paseó con su vestido por todo el cementerio y le llevó sus flores a Keats y a Shelley y a Juan Rodolfo Wilcock,
que era amigo de Silvina Ocampo y de Bioy Casares y de Borges y de Pasolini (Wilcock es el Caifás de el Evangelio según San Mateo)
y a un montón de artistas e ingenieros y políticos que lo único que tenían en común era no ser católicos. Y hasta los gatos disfrutaron con las flores de S., que sabe mejor que nadie que "la poesía debería ser algo grande y discreto".
S. y yo nos asomamos a la mirilla y éramos como dos condenados al purgatorio atisbando el paraíso a través de un pequeñísimo orificio. Un par de militares sujetaban una enorme metralleta haciendo guardia junto a la mirilla, añadiendo a la escena un aire inconfundiblemente kafkiano. Hay que decir que el paraíso está extrañamente hecho a prueba de fotografías. Ignoro la razón por la que no aparece la cúpula de San Pedro al fondo de la hilera de setos. Puedo aseguraros que allí estaba. Visitamos el cementerio donde están enterrados Keats y Percy Shelley. Junto a la tumba de Keats había una pareja sentada en un banco. Tenían un libro abierto, probablemente del poeta. Aquello nos pareció la media aritmética de lo solemne y lo cursi. Algo que no gustaría de ningún modo a alguien que quiso que su nombre se escribiera en el agua. Queríamos llevarle flores a Keats, pero no un ramo cualquiera. S. se puso su vestido para visitar a Keats. S. se paseó con su vestido por todo el cementerio y le llevó sus flores a Keats y a Shelley y a Juan Rodolfo Wilcock,
que era amigo de Silvina Ocampo y de Bioy Casares y de Borges y de Pasolini (Wilcock es el Caifás de el Evangelio según San Mateo)
y a un montón de artistas e ingenieros y políticos que lo único que tenían en común era no ser católicos. Y hasta los gatos disfrutaron con las flores de S., que sabe mejor que nadie que "la poesía debería ser algo grande y discreto".
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