La gastronomía es un arte todavía joven. Suscita -como ocurre con las disciplinas recién estrenadas- pasiones desatadas, adhesiones inquebrantables, querelles
equivalentes a aquellas literarias des anciens vs modernes o culteranistas vs conceptistas. La literatura o la pintura no sólo han sido construidas hace tiempo, sino también deconstruidas. Nadie afila los cuchillos bajo la mesa al discutir sobre qué poeta o pintor es el número uno en el ránking artístico. El único ránking es el de las ventas. Como todas las disciplinas jóvenes, la gastronomía puede devenir culto más o menos sectario. Visitar ciertos restaurantes se parece bastante a esas procesiones iniciáticas que llevaban a cabo los antiguos griegos y que concluían en la ingesta del kykeon, el primer plato de nouvelle cuisine de la historia. La gente necesita creer en algo, anda huérfana de rituales, y la cocina actual los aporta. Creo que la asimilación, sin embargo, debería dar el paso definitivo. El chef hablaría (glosaría los platos) tras un mantelón que velaría su presencia. El comensal debería hacer voto solemne de silencio sobre lo que allí ha degustado, so pena de morir a manos de algún mercenario a sueldo de la secta.
3 comentarios:
Acertadísimo. ¿Tendremos que volver a las iglesias?
¡Cornezuelos!, digo..., ¡cuernos! El Bulli cual moderna Eleusis, hum...
A juzgar por las tesis de Hofmann, Graves, etc. sobre los misterios eleusinos, empiezo a sospechar de la razón por la que el vate cocinero y sus ideas resultan tan raros... ¿O es que ya sólo imagino a Adrià per-vertido en la versión que de él hicieron en Muchachada Nui?
[emoticono mirando a través de una lupa] [emoticono fiestero bailando]
Desconocía la versión "celebrity" de Adrià. Algo que -naturalmente- ya he solucionado. Aporta una nueva perspectiva al asunto, ya lo creo.
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