Cuelgo aquí el hermoso texto que la poeta Cristina Morano leyó en la presentación de 'Acabado en diamante', en Murcia.
Vicente Luis mora acaba su prólogo con la idea de que el libro es un espejo, roto, de “decenas de cortantes cuchillos mentales”, esta imagen me recordó la historia de “La rosa holográfica” de William Gibson, donde el protagonista destruye una postal holográfica, enviada por su ex novia, de una rosa blanca. En la trituradora quedan los miles de pedacitos que reproducen la rosa por completo.
Yo quisiera que esta presentación fuera un poco esos fragmentos holográficos, ir comentando algunos aspectos del “Acabado en diamante” que pueden contener el libro o reflejarlo.
1: mi gran libro griego
Hay una fuerte presencia de Grecia, desde sus filósofos, sus mitos, hasta sus imágenes más icónicas: el templo al pie de la bahía, Edipo, las ruinas de la acrópolis, el mar, Aristófanes o la Medusa. El texto acaba con una pregunta “oracular” a una ¿musa? que ha ido apareciendo/ escondiéndose en muchos de los poemas. Podría ser también este libro una postal del Egeo, con todas sus consecuencias. Uno puede imaginarse al autor, al pie de la costa de Delfos, de la mano de la sibila, comparándose con aquellos días en que la gente peregrinaba allí para comprar una respuesta jeroglífica cuyo significado tendrían que ir devanando quizás el resto de su vida –y esa sensación o reflexión dando paso a varias de las facetas de este poemario–, así mismo uno se imagina al poeta al pie de la costa de Delfos, de la mano de la sibila y ella le dice que se pongan las sandalias de una vez y se vayan al chiringuito que aquí no hay quien consiga una copa en condiciones y yo a las once tengo que ir a hacer el beautiful sleep como Troposwky dice que hace la Kidman.
2: el pixel
Como las facetas de un diamante, la imagen moderna está formada de pixels. Gracias a la información de que dispone cualquier aficionado a los ordenadores, ya no es posible mirar una fotografía impresa con inocencia. Si se amplía demasiado aparecerán los bordes cuadrangulares –los “dientes de sierra”– de los pixels. Y sin embargo, seguimos mirando absortos la pantalla. No hemos logrado desvanecer su atractivo, sino que la hemos dotado de aún más posibilidades, pronto cubrirá otros sentidos, las consolas de juegos ya permiten incorporar nuestro cuerpo a lo que sucede en el monitor y controlar la acción moviéndonos en el espacio sin necesidad de mandos. Quizás el paradigma de la caverna de Platón sea una visión del futuro, y no del pasado.
3: la tersura
Cuando Javier nos mandó el texto del “Acabado en diamante” para publicarlo en Hache nos llamó la atención lo bien escrito que estaba, y dentro de ese “bien” incluimos una extremada limpieza en la frase, una fluidez del lenguaje que se desliza entre los conceptos del libro sin enganches, sin ser forzado, sin rudezas. Hasta fonéticamente el poema desprende una tersura, un resplandor al oído. Hallazgos como “el ángulo con que escandir la sombra”, “el paralaje del carbón y el diamante”, “el zarajo de los días”, “no existe verbo que revoque la muerte”... tienen una belleza física, que llama al disfrute de los sentidos directamente, no sólo de su contenido.
(abro paréntesis) Este detalle nos llamó enseguida la atención. Si hay algún defecto en los autores que están cultivando nuevas retóricas, nuevos temas, es que tienen versos que chirrían o pasos demasiado bruscos entre estrofas, o una pobre composición o una mala transición entre temas que no ha logrado mejorar ni Elena ni Agustín. En este aspecto quiero volver a lo que apunté en la presentación del libro de Joseda en Cartagena: los autores que saben darle a la modernidad la fuidez del buen verso están aquí, y supongo que se debe a las lecturas de Eloy Sánchez Rosillo et alli. (cierro paréntesis)
4: la ternura
No sé si será cosa mía, pero he notado una diferencia entre el Javier poeta y el narrador, su prosa suele ser paródica y distante, buscar el artificio. En sus narraciones se encuentra uno más a la intemperie, mientras que en los libros de poesía –y especialmente en éste– hay una claridad no sólo en el lenguaje, como señalaba antes, sino también en el fondo. Hay un “rescate” vital a través de la belleza de lo precario, que puede ir de la blancura del templo sobre el fondo turquesa del Egeo al animal flexible que asoma en las caricias.
De pronto se observa que: “hay conchas en los alféizares de las ventanas”. Es como una creencia en que con el poema sí es posible una cierta “construcción”, en que algo perdura de ese “devanar las sombras”.
4 comentarios:
Acabado en diamante es Grande.
Se lo he pasado a mi vieja y le ha encantado.
Una pena no haberte visto el viernes. Iba bien sobria y estrenaba vestido.A ver si en estas semanas hacemos una quedada turcolunomatematica. Bien?
Un besazo.
Vaya, mira que lo siento. Lo de Agustín, y lo de tu vestido (lo de la sobriedad me importa menos). Pero tenía que dar de cenar a unos amigos y al final primó el mandato de dar de comer al hambriento. Lo de turcolunomatemática suena genial. Habría que registrarlo. Espero que lo pasarais bien, aunque eso es casi seguro.
Besazo de vuelta (que no devuelto).
Un dia me tiene que dejar que te haga fotos.
Sisi, lo pasamos bien, sobre todo despues en la Via Lactea! Lo mejor de todo es el relato que hace Reig en su blog, en el que supuestamente el bueno de Ibrih es mi novio. Por eso Turcolunomatematica es una Gran Familia.
Otro Beso.
Juá, que me parto. Qué buenísimo lo de Reig. Hombre, si me vas a inmortalizar como a Reig, me apunto a una sesión, aunque sea sin vaso de güisqui en la mano.
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