He aquí
una noticia que todo el mundo comentaba este fin de semana en Murcia. Y no es para menos. Un profesor de latín detenido por hacer desaparecer de su instituto varias cámaras de vigilancia (con un par, como diría mi otro paisano Pérez-Reverte). Toda una metáfora de los tiempos que corren. Reconozco que a partir de este momento este profesor y escritor goza de mi más absoluta consideración.
7 comentarios:
jeje, desde que leí la noticia no he dejado de crearme la secuencia cinematográfica en mi cabeza, segundo por segundo, plano a plano:
El profe imparte su clase de manera pausada, se mueve al ritmo de sus palabras, intentando despertar el interés en sus alumnos. La cámara en un lento travelling aéreo nos saca de la clase buscando un objeto negro, extraño, de forma aún indeterminada, que cuelga en el techo del pasillo exterior, y que sólo logramos adivinar lo que es cuando comienza a moverse con enorme lentitud, girando sobre su eje, hasta quedar frente a frente con al espectador en un primer plano amenazador, con una lucecita roja (tipo Tesis) que parpadea amenazadoramente.
El punto de vista cambia de repente, y estamos, mediante un plano general, mirando impúdicamente a través de la cristalera de la clase. Es un plano fijo, en blanco y negro, que nos hace espiar el aula y lo que en ella sucede a través de la cámara de seguridad. Nos convertimos en el enemigo. En el otro.
El profesor vejado, la educación espiada. La libertad reprimida
Sin sonido articulado, sin ningún ruido, somos testigos de cómo un alumno se dirige al profesor y con la mano señala algo, una amenaza, un enemigo (nosotros,claro). El cuerpo del profesor se estremece. Se queda allí, de pie, inmóvil, con la mirada clavada en nosotros, dudando, vacilando, dejando que la adrenalina recorra con furia su cuerpo.
La cámara entonces vuela (literalmente), atravesando la cristalera desde las alturas del exterior donde se sitúa la cámara de "seguridad", introduciéndonos de nuevo en el aula y enfocando con un primer plano la cara desencajada del profesor. El ruido en el aula es ensordecedor, los alumnos se levantan, hablan entre sí, se dirigen a él sin encontrar respuesta...
Porque él ya no está allí, con ellos. Ya se ha decidido, es su día de furia, se encamina hacia la puerta con paso seguro, la abre...
Cambio de plano: de nuevo plano subjetivo desde la cámara de seguridad, en silencio, en blanco y negro, vemos llegar al ciudadano humillado, al trabajador encabronado, al hombre que decide por fin prescindir de las normas civilizadas que le encorsetan. Su cara ha transmutado, los ojos tras las gafas aparecen hinchados en sangre, la vena del cuello le late con fuerza. Su rostro se acerca más y más a la cámara, ésta se tambalea, sufre una medio desconexión, la imagen vuelve un segundo, después...
Fundido a negro
Muy bueno, Pepe. Habría que rodarlo. Yo me pido el papel de profesor vejado (quiero saber qué se siente arrancando una cámara de vigilancia, aunque sea en la ficción).
Hola querido Javi. Me sorprende enterarme hoy mismo de esta noticia en mi centro y verla plasmada en tu entrada, casi al unísino, casualidades. Pues sí, es sorprendente. Hay ciertos niveles de pornografía que son incompatibles y ya sabemos cuáles son los malos rollos que se crean en estos lugares y los imperativos directivos.
En fin, sólo era una excusa para saludarte y excusarme. Espero que en Murcia la cosa fuera más que genial (y post).
Un beso enorme.
Lo extraño es que no ocurran este tipo de cosas más a menudo, ¡una medalla habría que ponerle a este hombre!.
¿Se sabe dónde las ha colocado? Mire que si las ha puesto en los cuatro ángulos de su salón la historia cambia...
Pero Javi, si ya lo comentamos en la presentación en Ítaca, por eso dije lo de que estábamos con él y que le había hecho llegar un mensaje de solidaridad a través de Marín Ceballos que es muy amigo de Leante.
Esther, esa continuación de la historia ya da para un relato más que interesante.
Cristina. Yo me enteré la noche anterior, y me gustó mucho que lo recordaras en la presentación.
Un abrazo.
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