Estoy convencido. La derecha es paranoica y la izquierda es neurótica. Para la derecha la culpa siempre es del otro. La izquierda tiende a autoinculparse (¿no lo habré hecho mal? ¿no tendrá razón, al fin y a la postre, la derecha?). El examen de conciencia es de izquierdas. El dedo acusador es de derechas. El sentimiento de pertenencia pertenece (valga la redundancia) a la derecha. Este es de los míos, no importa que sea honrado o que delinca, se dice la derecha; y con esta frase exculpa a los desmandados. Yo no soy, al fin y a la postre, de los míos, es una frase que se repite el de izquierdas respecto a la tribu que lo cobija; de ahí su sentimiento permanente de exiliado. Ése es el motivo por el que el cambio de filas o las matizaciones ideológicas se produzcan con mayor frecuencia del lado de la izquierda. Porque alguien de derechas nunca se equivoca.
Como pueden ver, la estupidez es lo único que se reparte alíquotamente entre ambos bandos.
2 comentarios:
La estupidez, ese gran instrumento democratizador
La necesidad de atrincherarse, un síntoma esclarecedor
Los grandes discursos ideológicos, la gran antigualla, tan sólo superada en su inutilidad social por los discursos hueros, superficiales y "cool" de la pedante posmodernidad, siempre embelesada por el capital.
La política, lo social, al fin siempre presentes.
A pesar de nuestros discursos. A pesar de nuestro permanente empeño por deshacernos de ellos y jugar. Permanentemente.
A ver si cae mañana ese café
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