jueves, 17 de septiembre de 2009

Pasaje

Llevo tres días de mudanza, tres días eternos.Ésta es la décima casa en la que me instalo a lo largo de mi vida, lo cual hace una media de 3'7 años por casa. La sexta en Madrid. Teniendo en cuenta que llevo 13 años aquí, eso da un resultado de dos años y pico (descontando decimales. Los decimales son los días de fiesta) por casa. Me gusta cambiar de casa. Es un sentimiento ambivalente. Por un lado, la fatiga de trasladar las cosas, por otro la ilusión de habitar un nuevo lugar, algo así como colarse en la casa de un extraño (poner su lavadora, afeitarnos delante de su espejo, dromir en su cama...). Hasta descubrir que ese extraño somos nosotros. Tengo algo de nómada, me digo. El nomadismo está muy bien, salvo cuando uno tiene que mover consigo treinta cajas de libros. Esta mañana me he despertado en mi nueva casa y al salir me he tropezado a un mendigo, que se incorporaba bajo su manta. Nos hemos dado los buenos días. Me he dado cuenta de que los mendigos madrugan. Menuda putada. Pensaba que lo de madrugar era sólo para los que teníamos que pagar un alquiler o una hipoteca. Hace quinientos años los Reyes Católicos salían aproximadamente por donde está mi balcón para atravesar un pasaje que los llevaba directamente a la iglesia de San Andrés. Eso pone en unos azulejos preciosos que es lo primero que se ve cuando uno se asoma a mi balcón. Ahora no hay pasadizo. Aunque sigue habiendo Reyes Católicos. Ahora sólo podría llegar a la iglesia dando un salto de récord olímpico o construyendo otro pasaje, o un túnel. En lugar de pasadizo ahora hay un montón de gente a la que no le interesa demasiado la iglesia de San Andrés, y sí los bares de la Plaza de la Paja. Ver gente guapa de camino a los bares de La Latina es mucho mejor que asistir a un oficio en San Andrés. Me gustaría asomarme al balcón para ver pasar a la gente guapa. Pero estoy cansado. Muy cansado. Ya miro otro día.

4 comentarios:

Granito dijo...

Yo que tú otro día mejor miraría desde la calle a tu balcon, a ver si hay gente guapa también.
Saludos.

Culturajos dijo...

Los chinos estarán tristes, ya no te buscaran con su mirada escrutadora. Tampoco Quisque entrará más a la tienda en la que compraba dientes de dragón. En homenaje a tu viejo barrio mi nueva entrada en el blog.

Dillinger dijo...

Qué casualidad. Qué curioso. Me parece. Curioso. Sí. Yo vivo en esa misma plaza desde hace cuatro años, veo a ese mendigo todas las mañanas, hablé de él en mi diario, y justamente me mudo de La Latina en una semana. Tengo la casa llena de cajas de libros. Ahora mismo estoy agotado. Es verdad. Ja, qué cosas, eh. Qué simultaneidades. Qué cruces. Ah. Ja.

hautor dijo...

Bueno, Dillinger. No me lo puedo creer. Deberíamos decírselo al mendigo, digo yo. Está claro que en la Plaza de la Paja y aledaños se cumple un principio de conservación de los libros. Si alguien mete treinta cajas, otra persona debe sacarlas.