Ya nadie habla de los dinosaurios. La gente parece haber perdido el interés en esos mosntruos de toneladas de carne y colmillos infinitos. Creo que la gente piensa en los dinosaurios en los momentos de bonanza económica. Vemos los camiones circular cargados de materiales de construcción, vemos empresas que crecen de un día para otro hasta alcanzar volúmenes mastodónticos, vemos nuestras cuentas engordar por préstamos hipotecarios, y algo en nuestro ADN se pone en marcha, se siente en su salsa, digamos, nuestra parte jurásica, la parte de la basura de nuestro código genético que, según los especialistas, ronda el 90%. Entonces regresa la fascinación por los dinosaurios. Hasta que viene el meteorito en forma de crisis económica. Y la mayoría de los dinosaurios se extinguen, porque eran criaturas poco económicas, monstruosidades inservibles, una rareza que la naturaleza produjo para divertirse y reírse de sí misma.
Ya no veo a los niños jugar con los dinosaurios.
El otro día me dio por pensar en la cetrería. Intentaba imaginar cómo debe ser eso de amaestrar a un halcón gerifalte. Hacer que te traiga una hermosa perdiz y darle a cambio un trozo de carroña. Me pareció cruel el destino de un animal tan bello. Y de repente me pareció que aquello se parecía bastante al funcionamiento del capital, que el gerifalte es un obrero hermosísimo amaestrado en la producción de un objeto sofisticado, un objeto que no podrá pagar, ni siquiera usando la paga extra de Navidad. Y ese obrero hermosísimo tendrá que conformarse con un sucedáneo accesible a su modesto bolsillo. Pensaba en todo esto, y de repente me entraron unas ganas tremendas de leer algún manual de cetrería.
4 comentarios:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01482307212363781870035/p0000001.htm#I_6_
Que lo sepas
Buen par de metáforas.
Gracias, anónimo/a. Un texto hermoso e ilustrativo.
Juana Castro, la poeta cordobesa tiene un libro que se llama así, "Manual de cetrería". Pero es de tema amoroso.
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