Leo una frase de "Suicide", de Édouard Levé, que muy pronto se editará en español:
"Ton intéret pour la peinture relevait de cette suspension du temps dans la matière: au temps bref de sa réalisation, succédait la longue vie du tableau".
Esta es una de esas frases que te obligan a levantar la vista del libro. Un libro que no te haga levantar la cabeza al menos una vez, no me cabe la menor duda, es un libro que no merece la pena. Nunca he entendido la lectura como inmersión, como -más o menos- sofisticado 'regresum ad uterum'. Prefiero los libros que me sumergen y que me obligan a salir de nuevo a la superficie, a tomar aire. Prefiero los libros (y las obras de arte) como los que describe Levé a través de su personaje interpuesto, libros que, como los cuadros, concentran en sí una temporalidad que no es la estrictamente contemporánea del tiempo en el que se vive (si es que en realidad tiene algún sentido eso de vivir en el tiempo en el que se vive) y en el que se los concibe (unas horas, unos días, unos meses). Libros que son capaces de adelantarse a su tiempo y que a su vez son capaces de reflejar el pasado (quizás ese reflejarse y actualizarse del futuro en el pasado -y viceversa- no sea sino eso que llamamos presente). Libros y obras de arte que son como redes capaces de atrapar el tiempo, de replegarlo de una manera insospechada. Auténticos depósitos a los que uno acude en busca de tiempo. Eso, al fin y al cabo, de lo que están hechos la vida y los sueños.
4 comentarios:
Pides poco de los libros...
Leer, dijo alguien, es como el picotear de un pájaro : picas y picas y cada poco levantas la cabeza
¡salud!
Terminé la semana pasada Autorretrato del mismo autor. La autoficción llevada al extremo. Entiendo tu referencia a esta novela cuando diascutíamos sobre los espacios de intimidad y cómo las nuevas tecnologías están modificando a una velocidad brutal aquello que durante tanto tiempo se percibía como tal. Empezando por el valor de la imagen.
Porque así se puede entender Autorretrato, como una fotografía, un escáner de un yo expuesto, compartido y finalmente abandonado a la intemperie, amputado del autor y ofrecido en ritual a un lector que no puede evitar una confrontación continua con su propio yo en cada descripción.
Buena recomendación. Sólo queda devolvértelo.
Me alegra mucho que te haya gustado. En tu caso la devolución será un placer doble.
Un saludo.
Pobrecito hablador... A la literatura, en principio, hay que pedírselo todo. La gracia del asunto está en la dialéctica entre lo que le pedimos y lo que ella nos da.
Saludos.
Publicar un comentario