Como todos los años acudo fiel a mi cita con los Recontres Paris/Berlin/Madrid, en particular con la muestra que se exhibe en el edificio de la antigua tabacalera. La oscuridad y la humedad -casi insalubre- del lugar proporciona a la visita el encanto del que visita una caverna para contemplar bisontes (virtuales en este caso). Se produce en el espectador esa extraña mezcla de lo ctónico y lo digital, algo con lo que yo disfruto sobremanera. Como siempre, hay cosas descartables, pero, también como siempre, nunca salgo del edificio de la tabacalera sin la sensación de haber encontrado algo insólito, estimulado por una emoción estética que no puede proporcionarme la pintura ni la música ni el cine ni si quiera la literatura. Creo que el arte digital es en realidad un nuevo arte, emancipado del resto, dotado de su propia musa, una musa hecha de cables y cuya piel tiene el tacto del cristal líquido. De todo lo que he visto me quedo con la instalación de Ryoji Ikeda, consistente en capturar masas de información en tiempo real y convertirlas en patrones musicales y visuales como los que aparecen en el vídeo. Algo alucinante. Creo que el datamatic (el software usado por Ikeda para llevar a cabo su proyecto) funciona de modo parecido al que usa la naturaleza para producir muchas de sus formas. En particular formas como los remolinos en al agua o la oscilación de un péndulo. A partir de fuerzas caóticas a nivel molecular (información, ruido blanco), la materia logra organizarse en una estructura reconocible, una forma emergente que sólo es un síntoma de la complejidad del nivel microcósmico. Creo, insisto, que Ikeda logra producir un efecto similar a través de su obra. A mí, desde luego, así me lo parece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario