martes, 14 de mayo de 2013

Dos gintónics y un culo (diálogo platónico)


-Los lenguajes son los compresores de la realidad. Está el códec inglés y el códec español y el códec chino. Así los objetos y las situaciones y los paisajes pueden encontrarse en la forma .es .fr o .ch. Existen compresores estupendos capaces de detectar todos los detalles y matices de eso que llamamos realidad y otros no tan buenos. Creo sinceramente que el español está muy desactualizado, que el compresor .es toma la realidad y la comprime y al descomprimirla uno lo ve todo pixelado y confuso.

-…

-Creo que el inglés o el chino son idiomas óptimos en el sentido de que se amoldan a una realidad cambiante, se adaptan al flujo. Un idioma plagado de monosílabos es una garantía de éxito. Los vocablos polisílabos son estatuarios, son bloques verbales de un tamaño desmesurado para una realidad hecha de fragmentos diminutos y mutables. Los polisílabos estaban bien para un mundo plagado de galeones y palacios imperiales y miriñaques. Un polisílabo es una roca arrojada a un río, un obstáculo si lo que uno quiere es fluir con él. Más bien deberíamos usar barquitos de papel. El español se ha convertido en un idioma egipcio. El español es un idioma hecho de jeroglíficos. El español solo sirve para hablar de un mundo que ya no existe.

-Y bien, ¿qué propones?

-La subordinación ayuda a paliar la naturaleza obsoleta del español, al igual que los paréntesis y las acotaciones, pero no es suficiente. Pienso en la verbalización de los sustantivos, un recurso poco explotado en nuestra lengua. Pienso en vocablos probabilísticos que de acuerdo a las circunstancias puedan servir como verbo, sustantivo o, incluso, determinante. Observa esta mesa, por ejemplo.

-…

-Esta mesa quiere decirnos algo. Sirve de soporte a nuestros gintónics. Tiene cuatro patas, constituye un contexto importante para nuestra conversación.

-Sin duda.

-Esta mesa es un sistema. Y nosotros formamos parte de él. Quiero decir que parecemos estar rodeados de gente mientras permanecemos sentados ante esta mesa delante de un par de copas manteniendo una conversación aparentemente inteligente. Pero eso no es todo. Coge esta copa, por ejemplo. Eso es. Ahora dime qué es lo que sientes.

-La noto fría. Diría que es una copa fría.

-Es una afirmación, de acuerdo. Algo concluyente. Pero, ahora te pregunto, ¿resulta fría respecto a qué? ¿Si estuviésemos en el Polo Norte o en un Ice bar sentirías lo mismo? Piensa en el contexto. Tal vez en el Polo Norte esta copa te parecería cálida. Toda apreciación es relativa. Solo tiene sentido si usamos un elemento de comparación. ¿Has tocado el culo de una mujer? ¿Has tocado el culo de una mujer en otoño o en primavera?

-Desde luego.

-¿Y qué ocurrió? ¿Notaste su temperatura? ¿Dirías que su tacto era cálido?

-Bueno… Tal vez era más bien frío.

-Sigues olvidando el contexto. El culo te parecería frío en relación al resto de su piel. Tal vez su vientre era cálido, y sus brazos eran cálidos, y su cuello seguramente era cálido. Pero su culo estaba frío. ¿Estoy en lo cierto?

-Diría que así es.

-Algo que demuestra que nada es esencialmente atribuible si no es en relación a otra cosa. Por tanto, ¿no sería más exacto decir, en lugar de  'esta copa está fría'
 
, que su temperatura te recuerda a la del culo de una mujer en un día de primavera?

-Puede ser.

-Sin lugar a dudas. Y ahí hemos tropezado con un asunto importante. Hablo de la relación entre las cosas como la única verdad disponible. Hablo de la probabilidad de que una copa sea en realidad un culo, y viceversa. Estoy hablando de la poesía.
 
                                  

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