-Los lenguajes son los
compresores de la realidad. Está el códec inglés y el códec español y el códec
chino. Así los objetos y las situaciones y los paisajes pueden encontrarse en
la forma .es .fr o .ch. Existen compresores estupendos capaces de detectar
todos los detalles y matices de eso que llamamos realidad y otros no tan
buenos. Creo sinceramente que el español está muy desactualizado, que el
compresor .es toma la realidad y la comprime y al descomprimirla uno lo ve todo
pixelado y confuso.
-…
-Creo que el inglés o el chino
son idiomas óptimos en el sentido de que se amoldan a una realidad cambiante,
se adaptan al flujo. Un idioma plagado de monosílabos es una garantía de éxito.
Los vocablos polisílabos son estatuarios, son bloques verbales de un tamaño
desmesurado para una realidad hecha de fragmentos diminutos y mutables. Los
polisílabos estaban bien para un mundo plagado de galeones y palacios
imperiales y miriñaques. Un polisílabo es una roca arrojada a un río, un
obstáculo si lo que uno quiere es fluir con él. Más bien deberíamos usar
barquitos de papel. El español se ha convertido en un idioma egipcio. El español
es un idioma hecho de jeroglíficos. El español solo sirve para hablar de un
mundo que ya no existe.
-Y bien, ¿qué propones?
-La subordinación ayuda a paliar
la naturaleza obsoleta del español, al igual que los paréntesis y las
acotaciones, pero no es suficiente. Pienso en la verbalización de los
sustantivos, un recurso poco explotado en nuestra lengua. Pienso en vocablos
probabilísticos que de acuerdo a las circunstancias puedan servir como verbo,
sustantivo o, incluso, determinante. Observa esta mesa, por ejemplo.
-…
-Esta mesa quiere decirnos algo.
Sirve de soporte a nuestros gintónics. Tiene cuatro patas, constituye un
contexto importante para nuestra conversación.
-Sin duda.
-Esta mesa es un sistema. Y
nosotros formamos parte de él. Quiero decir que parecemos estar rodeados de
gente mientras permanecemos sentados ante esta mesa delante de un par de copas
manteniendo una conversación aparentemente inteligente. Pero eso no es todo. Coge
esta copa, por ejemplo. Eso es. Ahora dime qué es lo que sientes.
-La noto fría. Diría que es una copa fría.
-Es una afirmación, de acuerdo.
Algo concluyente. Pero, ahora te pregunto, ¿resulta fría respecto a qué? ¿Si estuviésemos
en el Polo Norte o en un Ice bar sentirías lo mismo? Piensa en el contexto. Tal
vez en el Polo Norte esta copa te parecería cálida. Toda apreciación es
relativa. Solo tiene sentido si usamos un elemento de comparación. ¿Has tocado
el culo de una mujer? ¿Has tocado el culo de una mujer en otoño o en primavera?
-Desde luego.
-¿Y qué ocurrió? ¿Notaste su
temperatura? ¿Dirías que su tacto era cálido?
-Bueno… Tal vez era más bien
frío.
-Sigues olvidando el contexto. El
culo te parecería frío en relación al resto de su piel. Tal vez su vientre era
cálido, y sus brazos eran cálidos, y su cuello seguramente era cálido. Pero su
culo estaba frío. ¿Estoy en lo cierto?
-Diría que así es.
-Algo que demuestra que nada es
esencialmente atribuible si no es en relación a otra cosa. Por tanto, ¿no sería
más exacto decir, en lugar de 'esta copa está fría'
, que su temperatura te
recuerda a la del culo de una mujer en un día de primavera?
-Puede ser.
-Sin lugar a dudas. Y ahí hemos
tropezado con un asunto importante. Hablo de la relación entre las cosas como
la única verdad disponible. Hablo de la probabilidad de que una copa sea en
realidad un culo, y viceversa. Estoy hablando de la poesía.
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