Hoy, acarreando libros de una a otra estantería, me asombro al descubrir en mis manos un libro de texto de Anaya de Ciencias Sociales del antiguo 7º de EGB. Es el mismo libro que usé yo (y que la mayoría de los niños españoles de aquella época), aunque no sea el mío. Recuerdo que fue una noche (o una madrugada) cuando encontré, abandonados por alguien en la acera, varios libros de texto del colegio y, en un acto de sentimentalidad, decidí llevarlos conmigo. Lo abro al azar y me doy de bruces con un recuadro titulado: En un poema amoroso Miguel Ángel explica su concepción de la escultura. Copio a continuación su contenido:
Con el espíritu lleno de la forma de un ser, empieza el artista a formar como original, en mal barro que apenas revela la forma, lo que surgió ante la mirada interior.
Luego, en el mármol, lentamente, golpe a golpe, despierta con el escoplo la forma, para que aparezca con la pureza que la concibió y contemple con alma nueva la luz.
Así yo, sólo modelo de mí mismo hasta ahora, por ti, señora, soy nuevamente formado, para en superior forma mostrarme.
Tan pronto añades lo que falta, como manejas las limas. Mas ¿qué esperará mi loco corazón, después que lo hayas transformado?
No recordaba haber leído esto en mi infancia. Y no es que lo lamente. Este fragmento ha estado esperándome ahí durante veinticinco años. Me ha dado la posibilidad de regresar a mi séptimo de EGB. Una parte del libro de Ciencias Sociales me quedaba pendiente. Pero ha ocurrido justo lo contrario de lo que ocurre en los sueños, cuando uno descubre con horror que tiene suspensas las matemáticas de cuarto de EGB o la educación física del insti. Este sueño es vivido como pesadilla cuando no somos conscientes del contenido latente que esconde. Y no es, ni más ni menos, que el hecho de que la infancia es una asignatura pendiente (en realidad cualquier época de la vida), que siempre hay huecos que llenar y que un relámpago puede retrotraernos a ese momento en el que el presente y el pasado se dan la mano y se confunden, donde el pasado se hace presente, y viceversa. No es rememoración ni recreación. Es, en verdad, vivir la infancia que no vivimos, o que vivimos como ausencia. Eso que Benjamin denominaba 'imagen dialéctica'.
2 comentarios:
cierto, también somos lo que no recordamos, lo que nunca fuimos.
A veces te odio de lo grande que eres...
H.
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