Tengo que confesar la ilusión que me hace la publicación de esta obra de teatro que se representó hace unos años en Madrid. Recuerdo la sensación absolutamente unheimlich que me embargó como espectador al ver cómo los personajes cobraban vida delante de mis narices. Lo recuerdo como una especie de taumaturgia, con una mezcla de pudor y asombro. Gracias a Celia León, directora de Animalario, por el generoso prólogo, a los actores que insuflaron aliento a los personajes de esta obra y, sobre todo, a Ester González, por poner en marcha al monstruo.
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