Llevo unas cuantas semanas, lo
reconozco, enganchado a dos webs de compra online: buyvip y zalando. Otros
necesitan durante estas fechas ir a esquiar o arrojarse en ala delta desde
algún barranco. A mí me basta con apreciar las curvas del diseño de zapatillas
y el estampado de las camisas de leñador. La Navidad es el momento de las
epifanías. Yo he tenido la mía. Salió la fashion
victim que anidaba dentro, muy en lo oscuro. Cada una de las webs que
comento funciona de manera distinta. Me gusta apreciar las diferentes
estrategias publicitarias, los matices a la hora de hacer surgir el deseo en el
consumidor. Zalando es una web destinada a un público masivo, con publicidad en
periódicos y portales de correo electrónico. Ingentes cantidades de ropa y
calzado clasificables por precios, colores, marcas. Utiliza el elemental reclamo
de ‘los más vendidos’, la burda pero eficaz retórica de la mayoría. Pues vale.
Luego, si uno visita El País o MSN descubre sus búsquedas de ropa y
complementos en una pequeña ventana publicitaria, orlando masacres y fotos de
actrices famosas, incluso de reyes. Es como tropezarse a la chica que uno ha visto y deseado
fugazmente en un bar en todas partes. Uno intuye que tras ese cúmulo de coincidencias
se esconde algo profundo, el destino que insiste en haceros el uno para el
otro. Ergo amo. Ergo compro.
Sin embargo mi web favorita con
diferencia es buyvip. Considero un logro de mercadotecnia el concebir la compra
como un ‘evento’, como algo que posee caducidad temporal. Es la calva oportunidad.
Es aquí y ahora, muchacho. Si te gusta ve a por ella o te arrepentirás el resto
de tu vida. Los publicistas han leído a Badiou y a Lao Tse, saben un huevo de ontología. Saben que la vida es
una sucesión de efímeros acontecimientos. Comprar es el único antídoto contra
el sic transit. Me fascina, además,
la incorporación de ‘el triángulo del deseo’ girardiano al acto de compra.
Cuando un artículo está en la cesta de otro cliente no puedo evitar echarle un
vistazo, saber de qué están hechas las fantasías de los demás. Casi siempre
experimento un deseo mimético. Deseo el objeto (camisa, bota, cinturón) que
desea el otro. Lo meto en mi cesta. Lo compro. Es mío. Que el otro se quede
mirando. Que busque una nueva pieza. Que se joda. Él lo vio primero, pero yo disparé antes. Es la ley del más rápido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario